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CRÓNICAS COSMOPOLITAS

Nadie se lo cree

Cuco Cerecedo se había inventado una forma de relatar los debates parlamentarios en términos taurinos, como si de corridas de toros se tratara. Eso lo hacía en Diario 16, allá por los años 76-77, y entusiasmaba a Miguel Ángel Aguilar, siempre parco en inteligencia, pero yo no le veía la gracia.

Cuco Cerecedo se había inventado una forma de relatar los debates parlamentarios en términos taurinos, como si de corridas de toros se tratara. Eso lo hacía en Diario 16, allá por los años 76-77, y entusiasmaba a Miguel Ángel Aguilar, siempre parco en inteligencia, pero yo no le veía la gracia.
El primer ministro británico, Tony Blair.
Desde luego, no siendo aficionado, las comparaciones taurinas me dejan frío, y los debates en las Cortes pueden ser aburridos o grotescos, pero esa burla frontal y burda rezumaba desprecio por los balbuceos de nuestra incipiente democracia parlamentaria. Pues bien, el reciente duelo Blair/Chirac, más que a una corrida, podría compararse a un combate de boxeo, y Blair ha ganado por KO.
 
Esta opinión no la comparten los medios galos, desde luego, y aunque con menor unanimidad y fanatismo que cuando Chirac defendió a Sadam Husein contra George W. Bush en la guerra de Irak, todos, hasta los más furibundos antichicarianos, atacan a Blair y al Reino Unido y defienden la excepción agrícola francesa. Si ninguno se atreve a decir que Tony Blair tiene razón, muy pocos y muy audaces son quienes se atreven a murmurar que tal vez no todo lo que dice sea totalmente erróneo.
 
El editorialista de Le Figaro Magazine, Macé-Scarron, más comedido en otras ocasiones, llega a proclamar como evidencias que el Reino Unido es un país que "ha asesinado a la clase obrera tras haber asesinado a la clase campesina". Con asesinar a la aristocracia y a las clases medias alcanzaría a ser el planeta de los simios. Lo cual no es modelo ni para Luxemburgo.
 
Jacques Chirac.Todos los miércoles, en Le Figaro, Alexandre Adler se toma por Julio César, por Napoleón, por Bismarck, por Stalin y, cuando le duele la barriga, por Kissinger; cada semana dicta a no se sabe quién (probablemente a Chirac) la táctica y la estrategia mundiales que van a solucionarlo todo, y en una de sus últimas crónicas concluía escribiendo que había que "vencer a Blair sin desesperar a la City". Y para vencer a Blair, Chirac y Schröeder tenían que reconciliarse estrepitosamente con Bush...
 
Todos, empezando por Chirac y su mayordomo Villepin, insultan soezmente a Blair, en nombre de la amistad entre los pueblos, no faltaba más. La disputa en torno al presupuesto de la UE no es sólo una sórdida disputa de pelas, o euros: son diferentes concepciones de la política europea que se enfrentan. Lo primero que hay que notar es que el eje del mal francoalemán está en la cuneta, y no por culpa de la "pérfida Albión", sino porque sus "Estados de Bienestar" han fracasado y, además, las dos figuras de proa de ese eje están de capa caída y ya no pueden imponer ni su voluntad ni sus caprichos.
 
Lo del "cheque británico" siempre ha sido una mentira, pero resulta cada vez más descarada, porque no se trata de un privilegio, como dicen, sino de una compensación. La PAC se carga el 40% del presupuesto, según ciertas estadísticas –según otras, más; las estadísticas oficiales no son nunca fiables–. Pero Francia, concretamente, se "beneficia" de una agricultura ultrasubvencionada y protegida que convierte a los campesinos en funcionarios (Sarkozy). Este es el "porvenir radiante" para Chirac, la clase política y los campesinos franceses.
 
Pues resulta que la agricultura británica, infinitamente menos subvencionada y con muchos menos campesinos, es mucho más rentable y ha convertido un país que lo importaba casi todo en país exportador de productos agrícolas. Por eso, cuando Blair afirma que la UE debe invertir en la creación de empleo, en tecnología y en investigación científica más que en las vacas, no le falta razón. Como también la tiene cuando dice que no se puede hablar de modelo social con veinte millones de parados en la UE.
 
Ya hablaremos. ¡Qué remedio!
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