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ORIENTE MEDIO

No a la estratagema de Teherán

De repente, el Irán revolucionario ha ofrecido a EEUU entablar conversaciones directas. De repente, los sospechosos habituales –comentaristas europeos, progresistas americanos, analistas disidentes de la CIA, Madeleine Albright...– instan a la Administración a que recoja el guante. No es raro ver a un régimen como el de Irán (despótico, internamente débil, que siente que el mundo se le viene encima) intentar una estratagema tan transparente para sacudirse la presión. Lo raro es ver la cobarde celeridad con que otros la hacen suya.

De repente, el Irán revolucionario ha ofrecido a EEUU entablar conversaciones directas. De repente, los sospechosos habituales –comentaristas europeos, progresistas americanos, analistas disidentes de la CIA, Madeleine Albright...– instan a la Administración a que recoja el guante. No es raro ver a un régimen como el de Irán (despótico, internamente débil, que siente que el mundo se le viene encima) intentar una estratagema tan transparente para sacudirse la presión. Lo raro es ver la cobarde celeridad con que otros la hacen suya.
El presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad.
Preste atención a lo que le digo. El momentum para las negociaciones EEUU-Irán no ha hecho más que empezar. En lo que respecta a la crisis iraní, el foco dejará de apuntar a si Teherán detendrá su programa nuclear y se centrará en si Washington se sentará a solas con los mulás en una mesa de negociaciones.
 
Sólo cabe un no americano a este cínico señuelo. Un no rotundo.
 
El mundo vilipendiaba hasta ayer mismo el unilateralismo de la Administración Bush –en Kioto, en el Tratado sobre Misiles Antibalísticos y, sobre todo, en Irak–, y exigía a Washington que actuase en concierto con la "comunidad internacional". Hasta ayer mismo, un candidato presidencial demócrata atacaba la política exterior del presidente Bush, precisamente, por rehusar consultar con, escuchar a y trabajar con "los aliados".
 
Son otros los días, y otros los principios. Ahora se presiona a Bush para que abandone el multilateralismo y se las vea a solas con Irán. Hagamos memoria: en septiembre del 2003, después de que se descubriera que Teherán estaba trampeando con su programa nuclear, EEUU buscaba una acción inmediata de la ONU. Los aliados apostaban por algo más suave. Gran Bretaña, Francia y Alemania querían negociar con Irán y ofrecerle zanahorias diplomáticas y económicas a cambio de que abandonara su programa de armas nucleares. Estados Unidos accedió a ello.
 
Tras dos años y medio absolutamente estériles, el Trío de la UE tuvo que admitir el fracaso y reconocer lo obvio: Irán no tenía intención alguna de dejar de lado sus ambiciones nucleares. Teherán se encargó de hacer irrefutable dicha idea: rompió los precintos de la Agencia Internacional para la Energía Atómica y reanudó, con total descaro, el enriquecimiento de uranio.
 
Coincidíamos plenamente con nuestros aliados en que, si el proceso impulsado por el UE 3 fracasaba, acudiríamos juntos al Consejo de Seguridad e impondríamos sanciones a Irán. Sí, Rusia y China aún podrían cruzarse en el camino, pero las sanciones concertadas por América, Europa y otras potencias económicas podrían tener efectos devastadores sobre Irán y su inestable dictadura clerical.
 
He aquí la razón de la última iniciativa de los mulás. Saben, y temen, que si Occidente persiste en su rumbo actual y concertado afrontarán sanciones de tal calibre que su Gobierno, ya impopular, puede verse en peligro. El mero hecho de que Irán esté intentando cambiar desesperadamente de asunto y de escenario, y pasar el muerto a Estados Unidos, demuestra lo cerca que creen los mulás que estamos de lograr someterles a una gran presión internacional.
 
Empujar a Washington a que abandone el proceso multilateral para que entable negociaciones en solitario no es sólo una hipocresía pestilente: es un disparate pernicioso. Cortocircuitaría el proceso que, tras años de vacilaciones, está a punto de dar sus primeros frutos: las sanciones que tanto teme Teherán. Desmontaría el consenso aliado, provocaría nuevas demoras interminables y daría más tiempo a Irán para alcanzar el punto de no retorno. Entonces su estatus nuclear sería un fait accompli.
 
Entablar negociaciones conlleva la responsabilidad de hacer algo si fracasan. El Trío de la UE lo sabía cuando comenzó a tratar con los mulás, hace un par de años. Las conversaciones bilaterales Estados Unidos-Irán son la mejor manera de sacar a Europa del atolladero. Los europeos darían prioridad a los debates actuales sobre las sanciones, cargarían sobre las negociaciones toda responsabilidad de éxito y prepararían a América para que asuma la culpa del inevitable fracaso.
 
Es una trampa obvia. Deberíamos decir no resueltamente.
 
Excepto si se cumple una condición. Si los aliados, en lugar de cargar sobre Washington la completa responsabilidad del desarrollo de los acontecimientos, reafirman la suya prometiendo apoyo a Estados Unidos o a una acción militar de la coalición contra Irán en caso de que fracasen las conversaciones bilaterales, entonces podríamos lograr algo.
 
¿Quieren que hablemos? Bien. Iremos allí, pero sólo si nos armáis con la vara más larga de todas: vuestro apoyo público a una acción militar si las conversaciones fracasan. Los mulás ya temen las sanciones económicas; temerán infinitamente más una acción militar norteamericana con respaldo europeo. Una negociaciones bajo estas condiciones podrían, realmente, lograr algo.
 
Esa es nuestra condición. De otro modo, toda sugerencia de conversaciones bilaterales es una estratagema que debería ser rechazada con el mismo desprecio con que fue propuesta.
 
 
Charles Krauthammer, premio Pulitzer en 1987, es uno de los más influyentes comentaristas políticos norteamericanos. Escribe para The Washington Post Writers Group. Sus columnas se publican en más de 150 periódicos.
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