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FRANCIA

Sarkozy

"Le travail, l'autorité, le mérite". No podemos haber olvidado tanto el francés como para no entender esas tres ideas-fuerza del nuevo presidente de Francia. Sarkozy quiere que sus conciudadanos recobren el derecho a trabajar, respeten las instituciones republicanas y reconozcan y premien el éxito de quienes sepan aprovechar al máximo sus capacidades.

"Le travail, l'autorité, le mérite". No podemos haber olvidado tanto el francés como para no entender esas tres ideas-fuerza del nuevo presidente de Francia. Sarkozy quiere que sus conciudadanos recobren el derecho a trabajar, respeten las instituciones republicanas y reconozcan y premien el éxito de quienes sepan aprovechar al máximo sus capacidades.
Nicolas Sarkozy.
Se trata de una visión muy distinta de la posmoderna nacida de la "revolución" del 68, que entronizó los ideales de vida lúdica, juventud rebelde y derechos sin obligaciones. Se trata de una visión nueva, bienvenida pero más conservadora que liberal: falta la invocación a la responsabilidad individual, a la libre competencia y a la apertura al mundo, tres notas que habrían acabado de completar un proyecto verdaderamente novedoso para el futuro de Francia.
 
En todo caso, no es poca la labor que le espera a Sarkozy, si cumple su promesa de emprender reformas, que la cumplirá, y si vence en las próximas legislativas, que vencerá. Sus propuestas nos interesan como amigos de Francia y como españoles afligidos por un presidente de la misma escuela que Royal.
 
En primer lugar está su intención de cambiar el mercado de trabajo. Para ello tendrá que enfrentarse con los temibles sindicatos franceses y con un pueblo tradicionalmente dispuesto a tomar las calles para cerrar el paso al cambio.
 
Sarkozy pretende dulcificar la norma que impide a una persona trabajar más de 35 horas a la semana, aunque quiera y necesite hacerlo. En Francia está prohibida toda prolongación de la jornada laboral desde que Martine Aubry, la hija de Delors, lo penase con graves sanciones. El plan de Sarkozy es hábil: además de permitir que las instituciones y las empresas puedan acordar con sus empleados la extensión voluntaria de la jornada, propone incentivar ésta eximiendo a las horas suplementarias de la carga del impuesto sobre la renta y las contribuciones sociales.
 
En la misma línea de poner a los franceses a trabajar, propondrá que los parados hayan de aceptar al menos la tercera oferta laboral relacionada con su especialidad que se les haga desde las oficinas públicas de colocación, so pena de perder el subsidio de desempleo. También ha hablado de fundir las innumerables modalidades de contrato en una única, más flexible, para así facilitar la contratación, en un mercado que más bien parece un laberinto, de jóvenes parados, madres de familia y prejubilados.
 
A fin de aliviar la carga que representan las pensiones sobre el erario público y aumentar la actividad productiva del país, Sarkozy propondrá la prolongación, para todos por igual, de los años de vida laboral.
 
Asimismo, quiere garantizar de forma efectiva la prestación de servicios mínimos en sectores públicos esenciales cuando haya huelgas de por medio.
 
Ante tan modesto programa de cambio, vemos cómo el horizonte se carga de nubarrones.
 
En su primera conversación telefónica con Blair, Sarkozy dijo a su amigo inglés: "Le paso a mi futuro primer ministro". Se trataba de François Fillon, el más moderado de los consejeros de campaña de Sarkozy. Cuando estaba al frente del Departamento de Educación, Fillon abandonó su plan de reformas escolares y universitarias ante la presión de las manifestaciones callejeras. ¡Mal presagio! Por su parte, madame Royal anunció que, si ganaba su rival en las presidenciales, habría disturbios. Y, efectivamente, los hubo.
 
No sé si bastará para conjurar la tormenta que Sarkozy haya apostado por negociar con las organizaciones de trabajadores y empresarios, propuesto a los sindicatos que su financiación corra a cargo del Estado y ofrecido a los jóvenes un incremento del salario mínimo. Supongo que sabrá de los peligros que comportan tales concesiones: el retraso de las reformas, la burocratización de las organizaciones obreras y la reducción de las ofertas de empleo para los menos productivos.
 
El fisco también será objeto de unas pocas reformas. Una preocupación principal del nuevo presidente de Francia es reducir el monto de la deuda pública más que la presión fiscal que abruma a individuos y empresas. Únicamente propone que los propietarios de viviendas nuevas puedan deducir este gasto del impuesto sobre la renta y que el impuesto de sucesiones desaparezca para todos, menos para los poseedores de grandes fortunas. Reducir la deuda en vez de los impuestos es una actitud coherente con su actitud conservadora.
 
Igualmente, habrá cambios en las políticas europea y exterior, empezando por las relaciones con EEUU. Durante la campaña, Sarkozy se arriesgó a decir: "Nuestros amigos americanos siempre nos tendrán a su lado cuando nos necesiten". En cuanto a Europa, seguirá siendo un nacionalista a lo De Gaulle. Durante la campaña se mostró un decidido partidario de la política industrial. Visitó la fábrica de EADS-Airbus en Toulouse para declarar su oposición a las reducciones de empleo. Anunció que tomaría medidas contra el traslado o "deslocalización" de la actividad productiva. Se le ve dispuesto a impedir la venta de las joyas de la industria francesa a extranjeros. Quiere que el Banco Central Europeo deje de obsesionarse con la inflación y se aplique a crear liquidez para favorecer el crecimiento. ¡Como si el desarrollo económico se consiguiera con la máquina de imprimir billetes!
 
Lo que más me sorprende es su actitud ante la reforma de los tratados de la UE. En aras de la eficacia de funcionamiento, parece estar de acuerdo con la canciller alemana, Frau Merkel, en redactar un "mini tratado" que no precise ser aprobado por referéndum. Parece mentira que un político que debe su victoria al sufragio universal no quiera que el pueblo francés opine sobre la Constitución europea. Como buen conservador francés, Sarkozy es, después de todo, un elitista.
 
 
© AIPE
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