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DESDE JERUSALÉN

Yo condeno, tú condenas, ellos matan

Fueron dos semanas pletóricas en declaraciones acerca del Medio Oriente. Las del ministro Miguel Ángel Moratinos parecen intentar, por un lado, desempolvar a Hamas de su condición de terrorista (se trataría de un mero "partido político" que curiosamente está armado hasta los dientes) y, por el otro, apoyar la demanda de que el régimen de los Asad que ocupa Siria y el Líbano comience por retirar sus tropas de este último país.

Fueron dos semanas pletóricas en declaraciones acerca del Medio Oriente. Las del ministro Miguel Ángel Moratinos parecen intentar, por un lado, desempolvar a Hamas de su condición de terrorista (se trataría de un mero "partido político" que curiosamente está armado hasta los dientes) y, por el otro, apoyar la demanda de que el régimen de los Asad que ocupa Siria y el Líbano comience por retirar sus tropas de este último país.
Miembros de la organización terrorista Hamas.
Grata y sorprendentemente, la novedosa posición europea frente a Damasco no fue socavada por la multitudinaria manifestación (8-3-05) que organizó Hezbolá en defensa de la ocupación siria. Después de todo, las manifestaciones pro Sadam Husein en Irak o pro Gadafi en Libia nunca fueron menos masivas: las dictaduras no tienen problema en generar miedo y el "respaldo" de las masas. En el caso de Beirut, la Fundación Libanesa para la Paz revelaba que entre los manifestantes había cientos de miles de trabajadores sirios especialmente movilizados para el show por ómnibus de los servicios de Asad. Sabedor de ello, el Gobierno norteamericano desmintió que tuviera intenciones de excluir de la lista de organizaciones terroristas a Hezbolá.
 
En términos generales, las declaraciones de estas semanas son alentadoras… si no fuera porque se trata de declaraciones. Para Israel esta reserva tautológica es vital, tanto por nuestra experiencia durante el último lustro como para evitar un desmedido optimismo acerca de las posibilidades de éxito de las negociaciones con los palestinos.
 
Desde que se firmaron los acuerdos de Oslo (13-9-93) Israel fue testigo y víctima de cómo el liderazgo palestino, a un mismo tiempo, condenaba los atentados terroristas y los cometía.
 
Yaser Arafat.Por ello no fue suficientemente auspicioso que Mahmud Abbas criticara al atentado en Tel Aviv (28/2/05). Arafat también condenaba los ataques; no tanto cuando se dirigía a su pueblo en árabe, pero sí cuando hablaba a los medios de difusión del exterior, siempre deseosos de eximirlo de culpa y cargo. Aunque muchos medios comienzan a abandonar la línea oficial de soslayar el terrorismo judeofóbico, uno de los que persisten impertérritos en la vieja campaña de desinformación es TVE.
 
Cuando se produjo el atentado contra la discoteca Stage de Tel Aviv (25-2-05) escribimos que los asesinados habían sido cuatro. Después se agregó Odelia Jubara, de 26 años, que falleció luego de un coma de dos días. La joven, a quien sus conocidos describían como "un corazón de oro", organizó una fiesta sorpresa y había llamado a varios de sus amigos desde el bar para que retrasaran su llegada. Esa llamada salvó varias vidas, pero no la de Odelia.
 
Cuento este detalle porque en TVE nunca se filtra un sesgo de humanidad al hablar de los israelíes asesinados. El único que mereció que lo mencionaran por su nombre fue Abdullah Badran, el asesino que hizo volar en pedazos a las decenas de jóvenes que venían a bailar. Y TVE ofreció las imágenes de la familia del victimario.
 
Es notable que, en su ofuscación antiisraelí, TVE comienza paulatinamente a ser la excepción y no la norma. Hubo contra dicho atentado muchas condenas, y ello es bueno porque amonestar señala la intención y el sendero. Con todo, en los regímenes totalitarios, donde las "condenas" son dosificadas arbitrariamente –al igual que la filtración de información–, unas y otra terminan siendo irrelevantes.
 
Nunca será suficiente que Mahmud Abbas regañe a Hamas, a la Yihad Islámica palestina o a los Mártires de Al Aqsa (este último grupo está integrado en su propio partido, Al Fatah): es indispensable que dichas bandas sean desprovistas de su arsenal militar, y no de un modo que se preste a negociaciones parciales. Hamas no puede conservar algunos misiles y apenas unas pocas bombas: debe quedar mondo y lirondo de todo armamento.
 
Si unos "militantes" lanzaran desde Marruecos bombas contra parvularios españoles, el Gobierno peninsular no exigiría que el de Rabat condenase a los perpetradores, sino que los colocase en la cárcel o, cuando menos, los privase de todo acceso a explosivos.
 
Insisto en que se trata de privarles de armas, para adelantarme a los derrotistas de turno que, en aras de blandir la impotencia de Occidente, arguyen que "es imposible matar a todos los terroristas". Pues no se trata de eso, sino de desarticularlos.
 
Insuficientes fueron los términos del asesor palestino en materia de seguridad nacional, Yibril Rayub, quien a principios de marzo indicó que todas las "facciones armadas" palestinas se habían comprometido a no cometer atentados "dentro de la Línea Verde". En otras palabras, lo que ofrecía la Autoridad Palestina a Israel era que aceptara que apenas 200.000 judíos –hombres, mujeres y niños– continuaran siendo blanco legítimo del terrorismo: aquellos que viven más allá de las fronteras delimitadas en 1948. Me pregunto si a algún otro país sus vecinos tendrían el tupé de sugerirle siquiera semejante "propuesta". Y sin embargo, hubo más.
 
Hamas y Yihad se apresuraron a desmentir a Rayub (10-3-05) y notificaron que se comprometen sólo a un alto el fuego provisional que les permita rearmarse, mientras monitorean si las medidas de Israel van satisfaciendo sus exigencias. Y retomarán su embestida para destruir Israel apenas las circunstancias les sean propicias. Eso es lo que se pide a Israel que acepte.
 
Incluso la UE condena
 
La Conferencia de Londres sobre Palestina (1-3-05) se presentó como una aportación europea a la paz. Sus objetivos expresos fueron promover negociaciones directas entre las partes que lleven a la coexistencia entre dos Estados específicamente descritos.
 
Europa sigue fiel a su singular visión: aunque por un lado promueve "negociaciones directas", dicta de antemano cuáles deben ser los resultados de esas negociaciones –que, por tanto, dejarían de ser "directas"–, y para colmo lo hace en el marco de una conferencia a la que una de las dos partes en conflicto no había sido invitada.
 
El resultado al que aspira Europa es la coexistencia de dos Estados: Israel, con dos características, y Palestina, con cinco (la asimetría fue un reflejo impensado de la predisposición de los conferenciantes). Israel debe ser "salvo y seguro" (que, en rigor, son términos sinónimos), y el Estado que debe crearse para los palestinos deber ser "soberano, independiente, viable, democrático y territorialmente contiguo".
 
Suponemos que los conferenciantes habrán visto alguna vez un mapa de la Palestina en que Europa está empeñada desde hace un siglo. Habrán notado entonces que si el Estado árabe que habrá de emerger por primera vez en Palestina ha de ser "territorialmente continuo", el Estado hebreo de Israel no sólo no podrá ser "salvo y seguro", sino que perdería incluso su propia continuidad territorial.
 
La Autoridad Palestina, por su parte, se comprometió en la Conferencia a medidas cuya vaguedad en la formulación fue risible: por ejemplo, "un mejor gobierno". Lo que careció de vaguedad y ambigüedades fue el monto de la donación que los países auspiciantes se comprometieron a entregar a la Autoridad Palestina durante 2005: 1.200 millones de dólares; la tercera parte procederá de EEUU y el resto de Europa. Como es habitual en estos casos, las potencias petroleras árabes, siempre deseosas de ayudar a sus hermanos palestinos, no aportarán ni un centavo.
 
Con su explícita meta de "apoyar a la Autoridad Palestina", la Conferencia no pretendió neutralidad en el conflicto, a menos que en el futuro cercano se organice una Conferencia Europea de Apoyo a Israel. Como la próxima se llevará a cabo en Francia durante la segunda mitad del año –así lo adelantó el ministro francés de Exteriores, Michel Barnier–, podemos intuir que las posibilidades de que aquél sea el objeto de apoyo son bastante remotas.
 
Pero, ya que hablamos de pensamiento desiderativo, digamos que en la Conferencia sobresalió Javier Solana, al revelar que "la democracia está profundamente anclada en la cultura política palestina". Si tenemos en cuenta que el ancla, la sartén y el mango de dicha "cultura política" estuvieron durante medio siglo en manos de su amigo Arafat, entenderemos a qué tipo de "democracia" se refiere Solana –portador de la Gran Cruz de Isabel la Católica–, quien agregó, con mayor honestidad: "Europa apoya a la Autoridad Palestina desde hace más de diez años". En pocas palabras, ya es cristalino quién financió los atentados que asesinaron a más de mil israelíes mientras TVE sólo informaba de la humanidad de los "suicidas".
 
El gran logro de la Conferencia de Londres fue que Abbas se comprometió concretamente a reducir los servicios de seguridad palestinos a tres. Actualmente hay doce, ya que Arafat había creado nueve servicios de inteligencia. Ese logro podría haber sido elocuentemente mayor si, en lugar de "condenar atentados", Europa hubiera exigido el desarme total de Hamas, Yihad, Al Aqsa y todas y cada una de las bandas, con nombres y fechas expresas, que no excedan al mes, y condicionando a ese desarme el fluir de los 1.000 millones.
 
Esa habría sido una benéfica asistencia a los palestinos, pero quizás no sea el tipo de ayuda que Moratinos y Solana tienen en mente.
 
 
Gustavo D. Perednik es autor, entre otras obras, de La Judeofobia (Flor del Viento) y España descarrilada (Inédita Ediciones).
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