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Federico Jiménez Losantos

Acabar con el chantaje sindical

Como la derecha española sigue siendo “Doña Complejos” no es probable que aproveche la ocasión de oro que se le presenta para acabar con una de las hipotecas más onerosas que arrastra la vida política española desde los primeros años de la Transición: la financiación y padecimiento del chantaje sindical, uno de los casos de masoquismo más asombrosos del mundo. Después del fracaso de su huelga general, los caciques sindicales amenazan con “movilizaciones” durante el Debate sobre el Estado de la Nación, y no por casualidad, evidentemente, sino porque en él debería sustanciarse la denuncia y certificarse el fracaso de esa estrategia de acoso y derribo a las instituciones representativas por quienes en UGT, CCOO, PSOE y PRISA se ven incapaces de ganar leal y legalmente las elecciones.

Pero del mismo modo que el Gobierno no retiró las medidas de reforma del desempleo por la amenaza de la huelga general, tampoco debe ceder a este burdo chantaje, y menos aún después del fracaso del 20-J. Que unos sindicatos de piqueteros violentos, vagos subvencionados y empresarios en quiebra alboroten la calle pretendiendo erigirse en un poder paralelo y superior al elegido democráticamente por los ciudadanos es justo lo que necesita el Gobierno para que ese debate se convierta en lo que debería ser: una moción de censura contra una izquierda que deserta por incapacidad del Parlamento y que ya sólo confía en el trabajo sucio de las centrales sindicales para desgastar al Gobierno Aznar.

Si las imágenes de los piquetes atropellando los derechos ciudadanos el 20-J para doblegar al Poder Ejecutivo han deslegitimado irreversiblemente a los sindicatos ante millones de españoles, especialmente jóvenes, sería muy instructivo que los caciques sindicales repitan en menor escala aún su bululú de protesta, su antidemocrática algarada callejera, ahora contra el Poder Legislativo, para que la opinión pública juzgue la catadura de los sindicatos y de quienes les apoyan y se apoyan en ellos, a falta de ideas, de alternativas o de un liderazgo político creíble.

Nada más apropiado que una caricatura de la caricatura del 20-J para desenmascarar a este PSOE de los descamisados de seda, a este peronismo sonámbulo que ha encontrado en Zapatero a su zumbado médium y en González a su “Pitonisa Lola”. Por una vez, lo único que tiene que hacer el Gobierno es no hacer nada. ¿Acertará a estarse quieto?

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