Menú

Muy crecido anda Zapatero tras las oleadas de jabón que recibe de los incensarios gubernamentales. Por lo visto, don José Luis no acaba de enterarse de que su mérito proviene únicamente del reconocimiento interesado de Aznar, y no precisamente de su genio político sino de su condición de tapón generacional y eventual sucesor de González. Entre eso y agradecer que le dé la bienvenida a la Tierra cuando comparece en el Congreso, hay una distancia que Zapatero, novillero aún, no sabe medir, pues desconoce la lidia que require un cinqueño cornivuelto, reservón, abanto y con tendencia a derrotar de abajo arriba, peligrosísima para los noveles. Este miércoles se desplantó Zapatero y le pegó un tornillazo en los bajos de la coherencia que lo dejó para el hule. Claro que, como nuevo en esta plaza, a lo mejor se entera de la herida en el hotel.

Y es que una cosa es el canovismo y otra la sagastitis. Bueno será que desde la derecha se cree o se recree una izquierda civilizada y alternativa. Otra, muy distinta, es que el ex-culiparlante grandullón aproveche la primera oportunidad para engallarse con el menudo estadista, como si fueran iguales. En el protectorado, las reglas son distintas que en la colonia, pero al final, la potencia colonial es la que es. Como el Gobierno lleva un año calamitoso, acusa la febrícula y ha decidido que el sagastismo no pase de sagastitis. Como la bronquitis, vamos. Sagastismo sería aceptar la encefalitis como inflamación menor y el pulpo como animal de compañía. Por ahí no pasa el doctor Aznar.

En Opinión