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Hay un dicho popular referente a cualquier persona de pocas luces: “no es más tonto porque no entrena”. Evidentemente, si alguna vez lo fue, ahora el dicho ya no es aplicable al PSOE porque mediante un severo entrenamiento diario está profundizando cada vez más en la estupidez política. Si ya era absurdo identificarse con una estrategia sindical que corría serio peligro de fracasar, empeñarse en defender los réditos de una ruina, querer cobrar en el Parlamento una deuda en la que el Gobierno es acreedor, supone una obcecación sin sentido, un puro insistir en el error. Es, como en la fábula del cuadrúpedo, dar coces contra el aguijón.

Si Chaves asume la desobediencia incivil contra la aplicación de la Ley, no sólo cosechará con seguridad otra derrota en los Tribunales –a los que parece condenado– sino que impedirá que se olviden los infinitos desmanes que en Andalucía cometieron los huelguistas y mantendrá abierto un frente en el que el desgaste será sólo suyo. ¿O es que cree que el fraude del PER alegra a la mayor parte de los andaluces? Si, por su parte, el PSOE quiere ir esta semana al Parlamento a criticar al Gobierno precisamente por defender los derechos ciudadanos atropellados por los piquetes sólo conseguirá que todo el mundo se de cuenta de hasta qué punto la fallida Huelga General ha sido una conjura política en la que la incapacidad de alternativa de la oposición trata de compensarse con la impugnación de las instituciones representativas. Por lo visto, a Zapatero no le basta ser corneado en el Debate sobre el Estado de la nación. Quiere empezar ya con un revolcón esta misma semana. Pues adelante: le van a dar más que a una estera. Y además no merecerá compasión. Si su estrategia es la de Llamazares, el futuro del PSOE será el del PCE. Todo menos envidiable.

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