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Todo va por sus pasos contados. Todos los plazos del despropósito se cumplen inexorablemente. Piano, piano, Aznar camina con paso torpe pero decidido, en el mejor estilo zombi, hacia la apoteosis de un Congreso que comenzará con un líder y saldrá con otro que, en el mejor de los casos, será el mismo y, en el peor, también. Recreándose en la suerte de ser el único elector de España antes de las Generales, el Presidente sorprendió a todos, incluido el propio Arenas, anunciándole que seguiría a su lado como Secretario General del Partido. El aludido se quedó de un aire, porque hace apenas unos meses Aznar dijo, también en público, que Arenas “cumplía mandato”, como secretario general, lo que se entendió como una forma de despido, no precisamente cordial. Y ahora resulta que no. O que sí. O que vaya usted a saber.

Para que todo cambie, todo debe seguir igual en el PP. Y para que nada cambie, todo debe cambiar hasta llegar a lo mismo. A partir de ahora, Arenas es secretario general hasta 2004, pero eso es lo de menos. Lo importante es que Aznar cuenta con él como delfín. O eso al menos deja entender. Ante todo, continuidad. Y un paso más en el camino de la reelección de Aznar como candidato presidencial por aclamación. Porque si hasta el Secretario General, el odiadísimo Javier Arenas, sigue en el puesto, cuando tantas cosas aconsejan su partida, ¿por qué no ha de seguir Aznar?

Total, que el caos continúa bajo el signo de la continuidad. Y la continuidad de Aznar sigue bajo el signo del caos. ¿Alguien esperaba más? ¿Alguien sospechaba menos?

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