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Federico Jiménez Losantos

Del Camino de Santiago a la cuesta de Rajoy

Con los separatistas se han alineado todos los enemigos de nuestra Nación y nuestra Libertad, desde la ETA a Podemos, pasando por La Sexta, la mitad del PSC y un pedazo del PSOE.

Con los separatistas se han alineado todos los enemigos de nuestra Nación y nuestra Libertad, desde la ETA a Podemos, pasando por La Sexta, la mitad del PSC y un pedazo del PSOE.
Los Reyes en los premios Princesa de Asturias. | EFE

Yo estaba en el Teatro Campoamor la primera vez que habló en público Felipe de Borbón y Grecia, entonces Príncipe de Asturias, en los premios que llevan su nombre, aunque después deberían haberse llamado Príncipe de Cebrián, tal es el poder de la mafia progre en la elección de los premiados. Pero aunque eran los tiempos de Campechano y Polanco, estaba aún Sabino Fernández Campo y a Oviedo acudíamos gentes de diversas y encontradas tendencias. Por eso, el acto tenía aire de compromiso familiar. Había que ver si el príncipe, entonces todo nuez, lo hacía bien, pero, dada la penosa situación familiar, estábamos más pendientes de la llantina de la madre en el palco que del niño en el estrado. ¡Tenía tanto por lo que llorar!

Aquel día lloró tanto y tan sentidamente la madre, que apenas reparamos en lo bien que habló el muchacho. Recuerdo haber comentado, no sé si en ABC o Antena 3, que, si llegaba a heredar la corona, por fin tendríamos un rey que sabría hablar español. No sé si añadí que, además, debería saber serlo. El viernes por la noche, en su segunda y emocionante actuación pública en dos semanas, recordé aquel príncipe por granar en este Rey ya granado, el mejor que podíamos tener pero no nos atrevíamos a esperar. Y al ver a los jefes de la Unión Europea venir en ordenado tropel en ayuda de la España asediada, tuve la impresión de que, después de tantos años malgastados, la Reconquista podía empezar, con el Rey Leal al frente, por donde labró su triunfo: el Camino de Santiago.

El hijo de un militar y una profesora de latín

Todo en la ceremonia tenía esa elegante sencillez del Campoamor –qué gusto compararlo con los torvos catetos de la CUP y la banda de Godó–, pero todos los discursos estaba en orden de combate contra los enemigos de la libertad, amontonados en un rincón de España que se cree Dinamarca. Y de los tres discursos de las tres instituciones europeas, el que puso en pie a los presentes y a los millones que lo hayan visto después fue el de Tajani. Fue como si Julio César y su sobrino Octavio vinieran de Roma a Zaragoza para ayudarnos a vencer a la tribu de los echemingas. Tajanus dixit:

Soy hijo de un militar. A mediados del siglo pasado, los ejércitos combatían entre sí en Europa. Hoy, nuestros militares participan en misiones de paz y humanitarias en todo el planeta.

Cuando se firmó el Tratado de Roma había aduanas, cada Estado tenía su propia moneda y estudiar fuera de tu país o viajar en avión era un lujo para muchos. Hoy sabemos que el mercado interior ha permitido un crecimiento económico extraordinario. El Euro es la moneda de la mayoría de los miembros de la Unión. Y la generación Erasmus y los vuelos de bajo coste son la regla y no la excepción.

Pero quiero subrayar que la Unión Europea no es sólo hablar de bancos o del Euro. Es sobre todo la defensa de nuestros valores: la libertad, la democracia, la igualdad, el respeto al Estado de Derecho y la defensa de los derechos humanos entre otros.

Cuando algunos siembran la discordia ignorando voluntariamente las leyes, creo que es necesario recordar la importancia del respeto al Estado de Derecho. La Unión Europea ha tenido éxito porque es el fruto de una Comunidad de Derecho.

Ahora los europeos no discutimos con armas: lo hacemos en torno a una mesa en la que negociamos según unas reglas aprobadas entre todos. Dialogamos dentro del Derecho.

La Unión Europea no tiene una policía que tenga que ejecutar las decisiones judiciales. No es necesario. Cuando el Tribunal de Justicia dicta una sentencia, se aplica y punto.

¿Qué hacia allí el emboscado?

Y en ese momento, mientras el teatro se venía arriba educadamente, algunos lagrimeando ante ese hijo del mílite y la profesora de clásicas, que tiene calle en Gijón por salvar del cierre una fábrica y guarda las banderas de España y Asturias en su eurodespacho, se observó que un ser vagamente anélido, sentado en una silla de respeto, se erguía, se enderezaba, y, por momentos, se acercaba a la verticalidad. Era Rajoy. Nunca había ido a los Premios, pero allí estaba, a rebufo del entusiasmo que corona a la Corona. En su mirada de faros sin reglar, temblaba algo parecido a la emoción, y por un momento pensé que podía perder todas las apuestas que he hecho sobre su decidido empeño en no aplicar el 155 contra el golpismo catalán.

Y, efectivamente, aunque sin concretar, al día siguiente, o sea, ayer, Rajoy anunció una aplicación bastante amplia del 155, retrasada al viernes, pero que prevé la destitución de Cocomocho y Lloriqueras, la decapitación de los Mozos de Trapero y, tal vez, incluso la intervención de TVColp3. El 155, cuyo contenido está por definir, fue presentado por Rajoy, a gusto del PSOE, como la defensa de la Autonomía de Cataluña (algo absurdo, porque si bien está derogada de hecho por los golpistas, no deja de ser anulada, y bien anulada, por la aplicación del 155) y también, a gusto de Ciudadanos, como la preparación de las elecciones autonómicas que no sé si todavía puede convocar Cocomocho, que ayer parecía un perro perdido sin collar.

Empieza la cuesta de Rajoy

Hemos pedido, implorado de rodillas al Gobierno de Rajoy que pusiera en marcha, no a través del 155 sino de la aplicación del Código Penal, la intervención del Estado en Cataluña, que supone imponer la Ley con el apoyo de todas, pero todas, las legítimas fuerzas que sirven al orden constitucional. No regatearemos, pues, nuestro concurso a este paso del Gobierno, y no porque nos fiemos de Rajoy, que pedía esta misma semana a Cocomocho que no le obligara a cumplir con su obligación, sino porque el Rey nos lo ha pedido de hecho en Asturias, cuando dijo solemnemente que el golpe separatista catalán iba a ser frenado mediante la aplicación de nuestra Constitución. Yo no confío en una Constitución de la que sobran las Autonomías, pero si niego que sea el momento de su reforma a otros, no voy a aprovechar el golpe para plantear la mía, por buena que me parezca.

Estamos en un momento delicado, en que se impone no una especie de generosidad ciega hacia el Gobierno que resultaría contraproducente, porque este burro no se mueve más que a palos, pero sí una lealtad básica al Rey, que lo merece, y a España, que lo necesita. En esta semana puede empezar de verdad la Reconquista por el Camino de Santiago, que es el de Bruselas, o ahogarnos en el Guadalete de las cuquerías y las precauciones. Creo que Don Prudencio Galbana –"I talk to you, Mariano", dijo Juncker, y le temblaban los cristales empañados– ha sido arrastrado por el ejemplo del Rey y el respaldo de Europa a cumplir con su deber, que es parar el Golpe de estado contra España que ha empezado, sólo empezado, en Cataluña.

Así que tenemos que apoyarlo. Con los separatistas se han alineado todos los enemigos de nuestra Nación y nuestra Libertad, desde la ETA a Podemos, pasando por La Sexta, la mitad del PSC y un pedazo del PSOE. Pero si Rajoy se atreve a subir la cuesta ante la que ha reculado seis años, podemos ganar. Dice una jota antigua, extraída de Samaniego: "Pa´ las cuesta arriba / quiero mi burro, / que las cuestas abajo, / yo me las subo".

A ver si el rucio se porta. Aunque sepamos que nos tocará jurar y empujar.

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