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Federico Jiménez Losantos

Desde el Primero hasta el último

El viaje de los Reyes al País Vasco es, por su propia dificultad, una muestra de la política que necesariamente deben seguir todas las instituciones españolas en la larga, dura e irrevocable lucha contra el terrorismo separatista. No sólo en el País Vasco, también en Cataluña y otros lugares de España infectados por el virus nacionalista, todo el aparato político, social, cultural e informativo de los separatistas está empeñado en borrar todo lo que directa o indirectamente pueda recordar que se está en España. Por eso mismo, porque hasta los más imbéciles pueden empezar a darse cuenta de que tras el nacionalismo antiespañol hay siempre un proyecto de segregación social y de opresión individual contra los que no se sometan a él, es preciso que los muchos españoles que se juegan la vida por el hecho de serlo, en defensa de sus libertades y las nuestras, sepan que tienen consigo el respaldo de la inmensa mayoría de la nación. Y no sólo en lo sentimental.

La presencia del Rey de España, que es el Jefe del Estado, no significa ninguna "normalidad" . Si fuera normal la situación en el País Vasco no estarían viviendo bajo el terror los dos millones de personas que lo habitan y especialmente el millón largo que ni son nacionalistas ni están dispuestos a someterse a la dictadura de ETA y sus coadjutores peneuvistas. Lo que significa es que el Estado como hecho jurídico-moral y la nación como hecho físico y político están dispuestas a luchar para conseguir algún día la unica normalidad aceptable: que los ciudadanos en general, y los que son y se sienten españoles en particular, no deban jugarse la vida por defender sus derechos más elementales.

Al lado de la visita de los Reyes para inaugurar el Museo Chillida ha pasado inadvertida una iniciativa de la nueva dirección del PSOE aparentemente muy sencilla pero de hondo significado moral y material: que desde todas las federaciones españolas se viaje continuamente al País Vasco para dar apoyo moral y político a los militantes del PSE-PSOE. Ese es, sin duda, el buen camino. Además, no hay otro.

Hasta que los nacionalistas, sean separatistas implícitos o explícitos, sean terroristas o cómplices del terrorismo, no se convenzan de que en toda España hay una voluntad irrevocable de no rendirse ante el desafío de ETA y de no claudicar ante el nacionalismo en general, no empezarán a pensar en respetar de verdad a los que son, quieren seguir siendo o aspiran a ser ciudadanos españoles, es decir, personas libres en un viejo país llamado España. Tan viejo como para tener una lengua milenaria , una monarquía multisecular y unas instituciones que deben garantizar los derechos de todas y cada una de las personas que en ella viven. Pero tan viejo como vivo. Y dispuesto a luchar incansablemente para seguir viviendo juntos y libres, desde el Primero hasta el último.

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