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El PSOE no tiene una alternativa clara –ni oscura– a la política económica del PP: desde proclamar que bajar los impuestos era “progresista” hasta achacar los descarrilamientos de la RENFE al déficit cero, sus declaraciones son un rosario de contradicciones y sus propuestas constituyen un vía crucis para la lógica, aparte de lo que supone ver a Solchaga, ese desastre del pasado, como cerebro del futuro. Una de las razones para no votar al PSOE es la economía.

EL PSOE carece de posición clara y de criterio fijo sobre la unidad nacional y sobre el sistema constitucional. Como en economía, ha pasado de posiciones homologables a las del PP, como las representadas por Redondo Terreros y Paco Vázquez, al seguidismo con respecto al PNV de Odón Elorza y Patxi López, a la complicidad con el BNG de Touriño o al jaque mate al Estatuto de Autonomía y la Constitución de Maragall. Su falta de una idea de España y su aventurerismo frívolo en materia constitucional, así como el empeño en negar el peligro separatista que padece España son probablemente las razones más de fondo para no votar al PSOE.

El PSOE carece de alternativa seria en política internacional, salvo que se abone de forma permanente al seguidismo de Francia (en cuyo caso tendrá la política que cada semana convenga a los intereses imperiales o económicos de la “grandeur”, sea con o contra los USA, pero siempre al margen de la mayoría de países de la UE) o que continúe de la mano de Izquierda Unida en una línea de identificación con la dictaduras comunistas o islámicas del Tercer Mundo y de permanente confrontación con los USA y la gran mayoría de la UE, partidaria de mantener el vínculo transatlántico frente a las insoportables pretensiones hegemónicas del Eje franco-alemán. La identificación de Zapatero con Llamazares es una seria razón intelectual y moral para no votar al PSOE.

Y como no hay razones ni de política nacional, ni de política internacional ni de política económica para votar al PSOE y no a Izquierda Unida (que es lo mismo pero más coherente), lo único que le queda a Zapatero para derrotar al PP es mantener una estrategia de desgaste callejero y de acoso antidemocrático al PP y a las instituciones. Lo del “Prestige” ya no da más de sí, salvo para beneficiar al BNG. Y el único caladero de votos que parece accesible al PSOE es el de los jóvenes, las mujeres y los sectores menos informados que han aceptado o pueden aceptar la identificación entre Aznar y la guerra. A falta de programa, de ideas, de principios y de candidatos, al PSOE sólo le queda mantener la guerra como elemento clave de definición y deslinde político.

Tiene un pequeño problema: en apenas un mes, la guerra contra Sadam Hussein ha terminado. Necesita otra pronto, si es que Zapatero no quiere convertirse en una de las “víctimas colaterales” del conflicto iraquí. O la encuentra o se la inventa. ¿Qué es un pacifista sin guerras? ¿Y un ecologista sin contaminación? ¿Y un nacionalista sin culpar de todos los males a España? ¿Y un socialista sin poder llamarle “asesino” a Aznar? Apenas nada: una aprensión, un malestar, un odio, pero ninguna razón seria para votar. Polanco va a tener que buscarle una guerra al PSOE o en las próximas elecciones todavía puede ganar el PP.



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