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Federico Jiménez Losantos

España y la dictadura venezolana en ciernes

Sólo los ignorantes y los interesados pueden ya dudar de que Venezuela se encamina hacia una dictadura de tipo cubano, con el golpista plebiscitado Hugo Chávez reeditando el histriónico y siniestro papel de Fidel Castro. Los últimos datos confirman que ya está puesto en marcha el mecanismo que, desde los tiempos de Hitler, ha permitido a un partido llegado democráticamente al Poder acabar con la democracia y convertirse en partido único. Crece la violencia auspiciada por los mismos que se proponen como garantía de orden frente al caos; aumenta la penuria popular; se desata la crispación política, un horizonte sombrío se extiende en todos los ámbitos del país; el paro ha crecido un 2% sólo en este primer trimestre del 2001; el desabastecimiento en las zonas afectadas por terremotos y riadas está produciendo situaciones de hambre; la inseguridad ciudadana hace intransitables barrios enteros de las capitales; el ejército ha creado en su interior una mafia al estilo ruso o cubano que gestiona pésimamente inmensas cantidades de fondos públicos pero que convierte en magnates del mercado negro a generales y coroneles.

Con este panorama, un caudillo carismático, un golpista analfabeto que se ha convertido en presidente por votación popular y que ha asumido poderes tan extraordinarios como su incapacidad de gestión política y económica anuncia la revolución y el socialismo como solución para todos los males que aflijen al país. Lo que no ha podido conseguir sin armas, dice, lo hará con ellas. Pero Chávez sí ha conseguido todo lo que legalmente podía conseguir y mucho más. Lo que no ha podido conseguir es que una política demagógica de tendencia comunista mejore la vida cotidiana de la gente. Ni él ni nadie, claro. Pero en el guión de la historia del siglo XX está escrito que cuando se tiene el poder y se es incapaz de mejorar una situación social dantesca, la salida es el golpe militar, la dictadura feroz y el exterminio de la oposición, a la que se acusa de todos los males.

¿Y quién es la oposición, la gran culpable de los males de Venezuela, según el todopoderoso Presidente? Los medios de comunicación que no controla Chávez, los sindicatos que no controla Chávez, la Iglesia que no controla Chávez, los parlamentarios, pocos, que no controla Chávez y los empresarios que no controla Chávez. O sea, lo poco que queda en Venezuela de sociedad civil. La alternativa al sistema pluralista ya la ha anunciado el propio déspota: el movimiento golpista que en su día trató de derribar al Gobierno legal y fracasó con un saldo de diez mil muertos, que se convertiría ahora en partido único según el modelo de Fidel Castro en Cuba tras la toma del Poder. Hasta el MAS ha abandonado al partido legal chavista tras la preparación de un estado de excepción tan ilegal como previsible. En Venezuela el reloj de la dictadura ha comenzado la cuenta atrás.

¿Qué puede hacer España? Lo que puede tal vez no sea mucho, pero será bastante si hace lo que debe: prestar toda la ayuda material y moral a quienes se resisten en Venezuela a la dictadura en ciernes. Denunciar en los foros internacionales la situación. Evitar, si fuera posible, u obstaculizar por todos los medios la implantación de una dictadura como la de Castro en las fronteras de Brasil y Colombia, en el Caribe y, por si fuera poco, en la OPEP. Todo lo que sea actuar será bueno. Todo lo que sea esperar lo pagaremos muy caro. No sólo los venezolanos, que en el pecado de caudillismo llevan ya la penitencia de miseria y violencia que acarrea, sino toda Iberoamérica, que está al borde del abismo y a la que sólo le falta que venga Chávez a darle un empujón.

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