La candidatura única que buscaban Jáuregui y Zapatero para vender a la opinión pública como rectificación de todo el PSE en un Congreso lo que no es sino traición a una política ha desembocado en absoluto fracaso. No sólo han sido incapaces de lograr un candidato de consenso sino que, incluso después de traicionarse y descolgarse Javier Rojo, se encuentran con tres: Patxi López, Gemma Zabaleta y, encima, el redondista Totorika. Ahora todo son llamadas a la “unidad”, que es lo que rápidamente han definido los que apoyan a Totorika como “el apaño”. Y el “apaño” no acaba de salir.
Esto demuestra hasta qué punto el equipo técnico de Zapatero, con “Pepiño” Blanco a la cabeza, es tan poco serio en el terreno de las ideas como incapaz en el terreno de las componendas. Y clamorosamente inútil en el de las imposiciones. Tiene además un problema estructural y es que no se pueden permitir un fracaso en la facturación del sustituto de Redondo Terreros. Y fracaso sería que un candidato que supuestamente debe reflejar el amplio sentir de las bases salga con una mayoría poco abrumadora. Para consumar la traición a la línea del partido hasta ahora y para echarse en brazos del PNV hace falta el “cheque en blanco” de las bases que sólo confiere una mayoría aplastante. Y con tres candidatos en liza, esa votación abrumadora es imposible. Pueden obligar a retirarse a Zabaleta en beneficio de Patxi López, pero sólo a cambio de subrayar aún más el enfeudamiento de la nueva dirección al “espíritu de Elkarri”. Y frente a ellos han levantado los de Redondo el estandarte del “espíritu de Ermua”, con su alcalde al frente.
El resultado es que, de momento, Jáuregui y Zapatero están perdiendo la batalla de la imagen y la legitimidad. Y que de aquí al congreso pueden perder todo lo demás, salvo la vergüenza. De ella prescindieron para emprender esta singladura, que empieza a oler a naufragio.
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