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Federico Jiménez Losantos

Esto lo arregla una checa en el Valle de los Caídos

La situación podría abordarse con racionalidad y patriotismo, pero, dadas las costumbres de este Gobierno de Frente Popular Antinacional, sólo cabe esperar más cainismo político para tratar de compensar la crisis económica.

Justo el día en que se cumple un año de legislatura zapateril (notable por su escasa producción legal, pero compensada por el sesgo pavorosamente letal de LOE, PHN, CGPJ, anticatolicismo, etc.) se han conocido nuevos datos sobre la evolución de la economía española que no pueden ser más preocupantes. En la serie de cuatro artículos que acaba de publicar en LD Alberto Recarte se hace un análisis descarnado de lo que va mal y de lo que puede empeorar, llegando a la conclusión de que ambos coinciden: todo va peor y, además, verosímilmente todo seguirá empeorando. Cuando una economía no es competitiva, no tiene el recurso de la devaluación de la moneda y carece de la disciplina presupuestaria y de la voluntad reformista que precisa esta época de globalización, la crisis es inevitable. Mucho ha durado el ciclo expansivo, producto del círculo virtuoso de los años de Aznar, pero esta prosperidad que ha sido la excepción y la envidia de la Unión Europea manifiesta síntomas de decadencia, si no aún de crisis. Zapatero puede felicitarse por haber llegado a la Moncloa, pero por pocas cosas más. Y a este paso, cada vez por menos.
 
Sólo faltaban las pruebas de inanidad política e incompetencia técnica que en las últimas semanas han puesto de manifiesto tanto las nosecuántas medidas de Solbes como el Plan Montilla o las grotescas ideas de Trujillo sobre la vivienda para que el horizonte se ponga cada vez más oscuro, tirando a subsahariano. Y una cosa es que se suavice el ciclo de crecimiento, que es un hecho natural, y otra muy distinta que se colapse la economía por falta de criterio. Por desgracia, parece que estamos bastante más cerca de lo segundo que de lo primero. Mientras tire el consumo esto parecerá que funciona, pero el desequilibrio entre importaciones y exportaciones empieza a ser tan grave que es sólo cuestión de tiempo que el burro se pare y la noria deje de sacar agua. Dos elementos agravan lo que podría ser un simple ciclo bajista favorecedor de las reformas paralizadas en torno al 2002: uno, es el de los millones de inmigrantes recién llegados a España que gastan como los demás pero producen menos y pueden acabar en el seguro de paro; otro, la manifiesta incapacidad de Zapatero para establecer consensos reformistas con la Oposición y las fuerzas sociales no afines o no sometidas a su férula mediática, que es ni más ni menos que media España. Añádase la manía guerracivilista y sectaria de esto que más que un cambio de Gobierno parece ya un cambio de régimen y se tendrá un panorama tan ajustado como estremecedor de lo que nos espera.
 
La situación podría abordarse con racionalidad y patriotismo, pero, dadas las costumbres de este Gobierno de Frente Popular Antinacional, sólo cabe esperar más cainismo político para tratar de compensar la crisis económica. Tras peinar España en busca de estatuas de Franco que descabalgar, si hay todavía alguna, a Zapatero le queda la curiosa aunque poco heroica tarea de derrotarlo, y con él a media España, en la Guerra civil de hace setenta años. Para entretener a la plebe progre, también puede montar una checa en el Valle de los Caídos. Y venga eutanasia, venga matrimonio homosexual, venga separatismo, venga anticatolicsimo y venga titiriteros de alquiler. A falta de panem, circenses. Pero también en el circo hay que comer. Y seguramente no bastan las recetas de Fidel Castro. Hace tiempo que se ha quedado vieja la olla exprés.

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