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Federico Jiménez Losantos

Guerra sin reglas: pierde Israel

Hasta los que piensan –pensamos– que la causa de Israel es la más defendible o simplemente la menos mala de las que se enfrentan a muerte en el tan sagrado cuanto mancillado suelo palestino deben reconocer que las cosas ruedan mal para los que deberían ir ganando, pese a que tienen razón suficiente y sobrada fuerza para apoyarla. Y es que la guerra sin reglas –genuinamente terrorista– desatada por Arafat con su repugnante Intifada está arrastrando en una espiral de violencia y represalias a un Estado básicamente democrático y de Derecho que sin duda puede vencer a sus enemigos mediante la violencia cuando le obligan a ello, y lo ha demostrado muchas veces, pero siempre con las reglas de la policía o de la guerra. En este momento, ante la oleada de atentados suicidas –sin duda premeditados– dirigidos o autorizados por Arafat, el Gobierno de Sharon está respondiendo con una mezcla de soluciones militares y policiales que, al final, no están desembocando en nada realmente útil. Los judíos ponen los muertos inocentes y, encima, parecen los malos de la película.

Conviene, pues, dejar claro, que los responsables principales de esta larga masacre son los dirigentes palestinos, sus cómplices musulmanes y los irresponsables gobiernos europeos, con el español al frente, que apoyan a Arafat como si no estuviera matando judíos, como si la Intifada no fuera su respuesta a la propuesta de paz de Ehud Barak. Es más barato políticamente criticar a Israel porque, aunque se le reconozca derecho a existir, es una democracia apoyada por otra democracia, los USA, y atacar a las democracias occidentales es legítimo y, sobre todo, no tiene consecuencias electorales. Pero si los palestinos difícilmente ganarán la guerra a los judíos para "echarlos al mar" y “hacer ondear la bandera palestina sobre las mezquitas e iglesias de Jerusalén” –como ha dicho amenazante el incorregible Arafat en su lúgubre rueda de prensa–, el Estado de Israel y su legítima causa pueden salir mucho más dañados que esos malvados y desgraciados palestinos suicidas a los que una política criminal y una religión criminosa condenan a morir matando o simplemente a morir. Como si de la sangre judía pudiera salir alguna vez un Estado palestino medianamente libre.

Nunca Arafat ha sido ni debería tomarse como un signo de libertad. Israel lo ha sido pero puede dejar de serlo arrastrado a una guerra sin reglas en la que, aun ganando, perdería. Pero cuando pierden los buenos –o los menos malos– sería estúpido pensar que de esa derrota saldrá algo bueno. De momento, todo es sólo peor.

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