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Es absolutamente legítimo el proyecto anunciado por Aznar en el Congreso de Nuevas Generaciones de presentarse como candidato a la Presidencia del PP en el 2002. Y es no sólo legítimo sino intelectualmente obligado constatar que ese proyecto prefigura un futuro borrascoso y conflictivo para el PP en los próximos años, en el caso, naturalmente, de que el Presidente del Gobierno cumpla su promesa de no ser candidato a las elecciones del 2004. La experiencia del PSOE en asuntos de bicefalia, nacidos siempre de una sucesión en falso, es tan rica y reciente que su recuerdo no puede por menos de espeluznar a quienes han votado a Aznar y desean seguir votando a la derecha con perspectivas de victoria.

El vértigo personalista que domina la trayectoria y el comportamiento de José María Aznar, sobre todo después de la espectacular mayoría absoluta cosechada por él en marzo del 2000, hace difícil, por no decir imposible, que el presidente del Gobierno reflexione sobre lo que son dos proyectos llamados a chocar: su retirada del Gobierno y su permanencia en el Parlamento y al frente del PP por tiempo ilimitado. En la práctica, eso significa que el candidato que él designe para las elecciones del 2004 sólo tendrá una oportunidad de competir con Zapatero. Si pierde, es difícil que el jefe de la oposición, si el actual presidente sigue en el Parlamento y al frente del PP, no sea José María Aznar López. Dificilísimo. Sólo la instalación en la política europea --que de momento es un proyecto lejano, sujeto a muchas variables y contingencias-- permitiría al sucesor que lo fuera de verdad o que por lo menos tuviera opción de intentarlo.

Ya sabemos que el incipiente dogma de la infalibilidad de Aznar no permite en los círculos cercanos al poder otra contemplación de los planes presidenciales que no sea de pasmo y ditirambo. En cuanto al Consejo de Ministros salido de la mayoría absoluta, parece el Gobierno de la O, gesto y sonido de arrobada admiración emitido por la Virgen María al conocer su celestial embarazo y que ha dado lugar al castizo nombre de María de la O, popularizado en las coplas. Entre el Gobierno que no sale del "¡Oh!" y la Moncloa que no sale del "¡Ah!", pocas reflexiones críticas cabe esperar en el aznarismo sobre esta decisión del Infalible. Sin embargo, una vez en la Presidencia del PP en el 2002 será imposible que no se cumpla el guión previsto: que haya una elección probablemente a inicios del 2004 con un solo votante, Aznar, que elija al candidato del PP y posible presidente del Gobierno. Eso sí, después de un año, el 2003, que verá el nacimiento de la aznarología como una rama de la adivinación esotérica y la identificación de la cardiopatía como clave ideológica de la derecha. Entonces, tras el "dedazo", vendrá la bicefalia.O sea, el Diluvio.

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