Poco a poco, el PP va encontrando el tono y encontrándose a sí mismo en su papel de oposición. Y menos mal, porque el cúmulo de disparates que viene perpetrando el Gobierno del PSOE es de tal envergadura que sin una tarea de oposición implacable, un día nos despertamos en la Tercera República y no nos hemos enterado. Particularmente serio, brillante, solvente e implacable empieza a ser Angel Acebes, que a su formación como abogado y su experiencia en Justicia añade las banderillas de fuego que tuvo que padecer de su sucesor Alonso. Forma con Zaplana una buena pareja de pesos pesados con el sentido dialécticamente criminal que precisa el Parlamento. Con estos dos “malos”, Rajoy puede hacer de “bueno” cuando le convenga y cultivar la sorna y la distancia sin que falten titulares para alimentar los medios y la esperanza de las amplias bases del PP, que bien se lo merecen.
Ha acertado Acebes al comparar el “fiscalazo” de López Guerra (aunque servido por López Aguilar) con la “Ley de la patada en la puerta” del inolvidable Corcuera. Es, en realidad, la instauración del Estado de Excepción permanente, la politización sistemática de la Justicia y su identificación con el Ejecutivo siempre que sea de izquierdas. Conviene insistir en que estamos ante un liberticidio en lo político y una ruina en lo económico, porque sin seguridad jurídica no hay prosperidad posible. Pero lo esencial es que esa masonería judicial, quintaesencia del sectarismo, que es Jueces para la Democracia sepa que tiene enfrente a un partido serio, decidido y que no va a dejarles perpetrar sus experimentos castristas ni so capa de consenso ni de nada. Por cierto, que ya se ve el genio de Michavila y la eficacia consensual del malhadado Pacto para la Justicia. Es que hasta para ser indecente hay que valer, y la derecha para eso no vale. Empieza a servir para hacer oposición y esa es su tarea. Buena falta nos hace.