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El artículo de Carlos María de Urquijo contra la no participación en las elecciones municipales vascas de los partidos españoles sometidos al terrorismo y a la violencia institucionalizada del nacionalismo es quizás la argumentación más sólida que hemos leído contra esa reflexión en voz alta de algunos políticos del PSOE. Todo me parece razonable en lo que plantea Urquijo, especialmente lo que supondría de reconocimiento de la victoria del euskonazismo al “barrer” a los partidos españoles. Algo menos sólido resulta el argumento de la “traición” a las víctimas del terror, pues no se trata de dejar de luchar contra el terrorismo separatista y el separatismo terrorista sino de actuar de la forma más eficaz para ganar esa batalla a largo plazo. Ya digo que me convence todo lo que dice Urquijo en LibertadDigital.com. Y sin embargo...

Yo creo que lo que ha llamado tanto la atención de los medios de comunicación nacionales más sensibles a la lucha de nuestros compatriotas vascos (primer dato que conviene reseñar: no es precisamente la SER la que se ha hecho eco de esta confesión en voz alta) es que venía del PSE. Y más concretamente del sector marginado por la dirección zapaterista desde que aceptó el “diktat” de Cebrián-González y liquidó a Redondo Terreros y su equipo para colocar al incoloro, inodoro e insípido Patxi López (segundo dato a remarcar: López es el que más se ha opuesto a sus “compañeros” de partido). El punto de desesperación que se advierte en las palabras de Rojo o Totorika está, a mi juicio, motivado no sólo por la falta de libertad que denuncian sino por la deserción de su partido, por su escandalosa renuncia ideológica y política a luchar contra el PNV como lo que es: parte del problema terrorista y no de su solución. Y lo que sin duda resulta más indignante: por tratar de poner al mismo nivel y colocarse a la misma distancia del PNV y del PP, que es la base del guión del polanquismo-felipismo.

Quizás por eso desde el PP, que sigue contando con el respaldo incondicional de su partido, desde las bases a la dirección, así como por la constancia implacable del Gobierno Aznar en la lucha policial y política contra el terrorismo, esta vacilación política de los socialistas puede verse e incluso denunciarse como un abandono de la causa de España y la libertad. Es legítimo. No estoy seguro de que sea muy hábil o de que resulte particularmente eficaz para lo que Urquijo y sus compañeros buscan: la fuerza suficiente para derrotar a ETA y su entorno, todo su entorno. A mí me emociona, como a casi todos, el heroísmo de la gente del PP en el País Vasco. Pero me pasma, como a casi ninguno, el silencio que se guarda con respecto a PRISA, que es la palanca político-empresarial que les ha privado de su aliado estratégico, el PSE, para ponerlo al lado del PNV o, como mínimo, neutralizarlo. Si Mayor Oreja -y Aznar, y Rajoy, y Rato, y Acebes, y todos los demás- dedicaran la décima parte del tiempo que emplean en criticar a Arzallus en denunciar ante la opinión pública que son Polanco, Cebrián y el imperio prisaico los artífices de la desarticulación del frente constitucional español estoy convencido de que el resultado sería mucho más eficaz. Aunque, eso sí, menos positivo a corto plazo para las carreras políticas de los ministros silentes, al menos en los medios polanquistas.

Tampoco creo perjudicial que este problema aparezca en el PSE y no en el PP vasco, porque resulta una censura implícita a la traición de Zapatero a Redondo y a la alianza estratégica con el PP. Toda denuncia de la dictadura nacionalista que padecen los partidos españoles en cada cita electoral y la desigualdad de condiciones en que luchan es una crítica de la “equidistancia” entre PP y PNV que propugna la dirección socialista. Por otra parte, en el PP se observa siempre una encomiable fortaleza en el heroísmo cívico pero una debilidad dramática en la lucha ideológica que acompaña siempre a las estrategias políticas. Como si el testimonialismo (“mártir” es “testigo”) fuera suficiente para derrotar la doblez nacionalista y la confusión socialista. No es así. Los héroes también necesitan a veces “mano izquierda” para conseguir sus fines. Y aunque los mártires no son, por definición, astutos, en la lucha por el Poder y contra el Poder la astucia es un arma más, a veces decisiva. Los nacionalistas y la Izquierda la usan siempre y la Derecha nunca. Esto no supone negar mérito ni tampoco acierto a la extraordinaria tarea de Urquijo y sus compañeros, que nunca agradeceremos bastante. Pero sí creo que debería ser motivo de reflexión.

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