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Al margen de las consideraciones debidas a los familiares de cualquier persona fallecida, sea cual fuere su trayectoria vital, resulta siempre sorprendente el grado de hipocresía que, al hacer el balance de cualquier personaje español importante, reviste el desarrollo de la noticia y la oponión en los medios de comunicación. Y eso es particularmente llamativo en el caso del fundador y dueño del Grupo Zeta.

Pocas personas más criticadas en vida que Antonio Asensio, al que, sobre considerarlo un advenedizo en el mundo mediático, siempre un escalón más bajo que los grandes patronos de la Prensa, se han achacado toda clase de trampas e irregularidades en su gestión empresarial. Sólo se le apreciaba como un auténtico virtuoso en en arte de salvarse del apremio de las deudas en el último minuto, mediante una pirueta inesperada que le permitía una prórroga o a través de una venta ventajosa que traspasaba a otro con más posibles la propiedad en quiebra, mientras él se llevaba lo que había producido realmente en los últimos años. Basta acudir a las hemerotecas para comprobar que esa fue, sin excepciones, la versión que dieron los medios a propósito de la venta de Antena 3 de Televisión a Telefónica. Una versión que, además, la realidad no permitía desmentir.

Pero conviene también recordar que Asensio fue una pieza clave en el Pacto de los Editores, con Polanco, Godó y Mario Conde, que permitió la eliminación de Antena 3 de radio y de televisión, el grupo independiente más poderoso e influyente de cuantos criticaban los desmanes y delitos del felipismo. Mientras Polanco compraba y cerraba la radio, Antonio Asensio, con Mario Conde proporcionando gasolina financiera para la hoguera informativa, procedió a la liquidación del telediario de mayor audiencia, el dirigido por Luis Herrero y en el que yo era comentarista político, después de haber prometido públicamente nuestra continuidad e independencia. Para hacerse con la televisión que sus muchos servicios al felipismo no le habían permitido conseguir, Asensio no vaciló en acabar con uno de los pocos medios libres que quedaban frente al felipismo corrupto y corruptor, del que "El Periódico" ha sido, hasta la fecha, un baluarte berroqueño.

Asensio tuvo en aquella operación, para convertirse en gran patrono mediatico, no sólo el respaldo político de un Gobierno que ya era sinónimo de corrupción sino también la colaboración profesional de acreditados comisarios informativos como Manuel Campo Vidal y la de directivos particularmente cercanos a Manuel Martín Ferrand, como Javier Gimeno, que pasaron a serlo estrechísimos de Asensio en menos que canta un gallo. El de San Pedro. Incluso José María García, que aún no ha olvidado lo que le hizo Polanco en la radio, nunca tuvo en lo que hizo Asensio a sus compañeros y amigos en televisión, que fue idéntico a lo de Polanco, el menor obstáculo para considerarlo su íntimo amigo. Misterios de la amistad.

Más chocante resulta que tras aquella operación de servicio infecto al felipismo, Aznar, cuando llegó al Poder cuatro años después, llegase a considerar a Asensio su hombre de confianza, su Polanco particular, mientras despreciaba o archivaba a los periodistas que habían perdido hasta su puesto de trabajo por defender su derecho a gobernar. Pronto le recompensó Asensio la confianza volviendo al Pacto de los Editores, ya con Mario Conde en la cárcel, y firmando con Polanco el pacto de Nochebuena, por el que creaban un monopolio de la televisión de pago basado en el fútbol, y que desató la Guerra Digital, a la que fueron convocados otra vez las víctimas de Asensio.

Ganada o empatada aquella durísima contienda que marcó la primera legislatura de Gobierno del PP, Villalonga compró una Antena 3 TV en quiebra, por una cantidad exorbitante, que tenía más que ver con la política que con la empresa. Fue el gran "pelotazo" de Antonio Asensio. Y el comienzo del aznarismo en los medios privados de comunicación. Pero, aunque del mismo género que el antenicidio, esa es otra historia.


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