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El “Caso del Narco Volador” no deja de producir sorpresas. Por si fuera poca la que produjo en la opinión pública saber que los jueces llamaron personalmente al narcotraficante después de ponerlo irresponsablemente en libertad provisional, ahora nos enteramos de que la mujer de “El Negro” visitó al juez Cezón en su domicilio para instarle a poner en libertad al narcotraficante, al que por lo visto había visto muy desmejorado en la cárcel. Según la declaración de Mónica Amat, el presidente de la Sección Cuarta de la Audiencia Nacional y ponente de este caso, señor Cezón, le comunicó que ya tenía el informe del psiquiatra y que pronto iba a tomar una determinación. No sabemos si al decírselo sonrió, puso la cara seria o se tocó la corbata de lazo que en las fotos lo adorna. Tanto trato con el delincuente y con su entorno propicia la familiaridad, el guiño y hasta el pellizco. No sabemos por qué solución comunicativa optaría el magistrado.

Lo que sí podemos dar por hecho es que, a la chita callando, en la Audiencia Nacional se ha creado un nuevo sistema judicial o una nueva rama de la Administración de Justicia que, por su semejanza con la policía de barrio, podríamos denominar “jueces de cercanía”. Qué duda cabe de que el trato continuo y reiterado del juez con el presunto delincuente favorece la fluidez en la relación de juzgador y juzgado. También resulta indiscutible que propicia un conocimiento más íntimo de las vicisitudes del ladrón, el asesino o, como en este caso, el narcotraficante. No es lo mismo saber que a un colombiano lo han pillado con diez toneladas de cocaína y que se le piden treinta años de cárcel y sesenta mil millones de multa que estar al tanto del estado de ánimo de Carlos por boca de su esposa Mónica. Lo primero es el dato frío. Lo segundo, el hecho cálido. Lo primero, favorece el rigor. Lo segundo, la compasión. Lo primero, la severidad impersonal de la Ley. Lo segundo, la estimación particular del individuo. ¿Cabe alguna duda de qué es lo más progresista? Lo segundo, sin discusión.

Lo discutible es que estos “jueces de cercanía” sean lo que necesita la sociedad para luchar contra el narcotráfico. De momento, sabemos que es lo que necesitan los grandes narcotraficantes para burlarse de la sociedad. Eso sí: con la apreciable colaboración de algunos jueces y de algunas asociaciones judiciales, siempre más preocupados por el delincuente que por la víctima. Y, en este caso, por los jueces. Si en el CGPJ no anidara últimamente tanta gente cruel y poco progresista, podrían permitirle a Cezón administrar justicia en su domicilio. Tampoco habría tanta diferencia.


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