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La primera decisión de Pilar Valiente al frente de la CNMV no ha podido ser más sensata ni, sobre todo, más plausible desde el punto de vista liberal. Su predecesor, Fernández Armesto, había creado a través de las circulares de la Comisión, expuestas en la página web de esa institución, una curiosa mezcolanza de legislación, opinión, admonición y represión. No se trataba de un mecanismo para arrojar luz sobre una situación legal equívoca sino de una suplantación de la legalidad vigente por la discrecionalidad paternalista de un poder, el del señor Fernández Armesto, incapaz de entender los límites como algo más que un reto para transgredirlos.

El comportamiento de Armesto con su amigo Villalonga en todo el escándalo de las "stock options" muestra mejor que cualquier argumento lo que se escondía tras esa especie de paternalismo profesoral que encontraba en las circulares su vehículo idóneo. Eran como los bandos municipales de Enrique Tierno: un mecanismo publicitario para satisfacer la vanidad del firmante y una politiquería insufrible para quienes piensan, pensamos, que lo único que necesita el buen funcionamiento del mercado es una legalidad clara, inteligible, que empiecen por respetar y no por alterar o engordar los que deben vigilar porque esa legalidad se cumpla.

Prescindiendo de las circulares de Armesto, su sucesora Pilar Valiente ha renunciado a la parte más golosa del poder, que es su discrecionalidad. Su decisión vale tanto por la arbitrariedad que entierra como por la esperanza de claridad y rectitud que alimenta.

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