Es probable que se discuta inacabable o infructuosamente si el resultado del PSOE es una derrota simple o catastrófica. Es posible que el PP se engría o lleve con modestia su victoria, aunque no es probable, porque lo que no celebre ahora en Madrid no lo va a celebrar dentro de quince días en Barcelona. Lo que quizás se discuta menos y sin embargo es lo que, a mi juicio, supone una derrota monumental para la estrategia del socialismo español unciendo su suerte a la del comunismo, ni más ni menos que en las elecciones del 2000 que dieron su primera mayoría absoluta a la Derecha nacional.
Pero la apuesta de Zapatero en la primavera del 2003 ha ido mucho más lejos que la de Almunia. No es lo mismo ir con Llamazares, y de paso con Madrazo, contra Aznar como aliado de Bush en la guerra de Irak que ir con Frutos contra el Gobierno de Aznar y Cascos. El resultado del PSOE el 25 de mayo tal vez puede entenderse como un eco aún no desvanecido de las gigantescas movilizaciones de la izquierda, de toda la izquierda, unida en su ideologización más extrema. Y paralelamente, una cierta desmovilización del voto de la derecha.
Lo que tenía de excepcional esa estrategia ha sido convertid aen permanente por Zapatero. El resultado puede ser significativo, elocuente hasta la catástrofe.