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Federico Jiménez Losantos

La masacre fiscal PP-PSOE, la dictadura mediática y el jaque a Ciudadanos

Vuelve el consenso progre, vuelve el poder sindical a través de los acuerdos de sector, vuelve la ruina.

Vuelve el consenso progre, vuelve el poder sindical a través de los acuerdos de sector, vuelve la ruina.
Rafael Hernando, Antonio Hernando y José Manuel Villegas | EFE

Si Rajoy tuviera para el bien la misma astucia que este fin de semana ha demostrado para el mal o si Soraya empleara para resucitar al PP sólo una parte del talento que ha demostrado para, con una sola jugada, dar jaque, veremos si mate, a Ciudadanos, creería que España tiene arreglo. Por desgracia, lo que ha sucedido abona la hipótesis contraria: el triunfo de la táctica de Mariano sobre la torpe estrategia de Rivera y el aplastamiento de cualquier posibilidad de reforma del sistema tras el pacto PP-PSOE que Soraya y Montoro presentan como hecho consumado e irreversible auguran un futuro de desestabilización política institucionalizada, con una paulatina cesión de la soberanía nacional ante el separatismo catalán y vasco, y cuyo coste supondrá la lenta e irreversible consunción de la economía nacional.

Lo más curioso, lo que prueba que estamos ante una exhibición de talento para el mal, es que esta liquidación del Estado a costa del bolsillo de la Nación la ha perpetrado el PP utilizando la idea, mezcla de aprensión y conjuro mágico, que desde hace cuarenta años embruja a la opinión pública española: el consenso. Malo es que el Gobierno haga el mal o lo haga mal; peor, que la Oposición respalde las fechorías al Gobierno; y muchísimo peor que todos los grupos de comunicación, con la única excepción de LD-esRadio, hayan aplaudido la masacre fiscal PP-PSOE y la marginación de C´s, que supone el final de cualquier esperanza de reforma del sistema.

El triunfo de la casta política

El proyecto fiscal de Soraya y Montoro, con la bendición de Rajoy desde las alturas, supone la consolidación de todos los privilegios de la casta política, con sus dos partidos históricos PSOE y PP, a la cabeza. Son privilegios encastrados en la Administración Central y la Municipal pero, sobre todo, en el Estado de las Autonomías, cuyo techo de déficit se ha aumentado a petición del PSOE, que al fin y al cabo es un emirato andaluz de taifas catalanistas. Y esa ruptura de todos los límites de la presión fiscal, del gasto público y del mínimo rigor presupuestario, que suponen la subida imprecisa e ilimitada de todos los impuestos la pagará, inevitablemente, la clase media y media-alta, la más productiva, en beneficio de las "manos muertas" de un paro eterno, juvenil y de jubilados. Y esa apuesta por la subvención entierra toda posibilidad de supervivencia de la sociedad civil.

El PP, a diferencia de otros partidos, tiene una idea clara: cree que puede mantenerse en el Poder asumiendo la política económica del PSOE. Éste -ésta, porque el PSOE es ya Susana Díaz- debe limitarse, de momento, a una oposición cosmética al Gobierno de Rajoy y la reconstrucción de una organización capaz de heredarlo, como Rajoy heredó a ZP. Para ello, Díaz necesita tiempo y eliminar a Ciudadanos, que le estorba tanto como al PP. La forma de hacerlo era tan sencilla que no sé cómo no la vio un talento tan superlativo como el de Albert Rivera, que ha convertido al partido que ayer era la sombra fresca de un sistema de bochorno en una banda de autómatas con pinganillo, en un rebaño de políticos con asesores encima de la chepa. De no verlo, no creerlo. Pero yo lo he visto. Y mi obligación es contarlo.

Si sólo faltaba diálogo, sobraba Ciudadanos

Porque el PP se ha limitado a hacer lo que siempre ha querido y ha dicho hasta la saciedad Rajoy: pactar con el PSOE. Rivera le ha permitido, simplemente, alcanzar ese deseo sin pedir nada a cambio. Estaba tan feliz y satisfecho diciendo como Gema Nierga tras el asesinato de Lluch: "ustedes que pueden dialogar, dialoguen", que no pensó que iban a dialogar… pero sin él. Porque si el PP y el PSOE dialogan, ¿qué falta les hace Ciudadanos?

En realidad, Ciudadanos era, no sé si sigue siendo, un problema para el bipartidismo y una esperanza para la sociedad española, que no buscaba el diálogo entre los partidos responsables de la crisis, sino una lucha contra la corrupción que partiera de la independencia judicial, continuara por la limpieza de las cloacas de Interior y desembocase en la lucha implacable y continuada, con la ley en la mano pero con la fiscalía y la policía en ristre, contra el separatismo antiespañol, en lo lingüístico, mediático y económico.

Tras el pacto PP-PSOE, que va más allá del acuerdo sobre la ruptura del rigor presupuestario, olvidémonos de la independencia de la justicia, de la lucha antiseparatista, porque Soraya y Millo se rendirán mejor que Inés Arrimadas, de la reforma de la Ley electoral y de aliviar el saqueo fiscal, que Montoro continuará con más oficio y decisión que Latorre y Roldán. Si del proyecto reformista de Ciudadanos sólo quedaban las promesas de hacer realmente independiente al Poder Judicial y mejorar el trato fiscal a los autónomos, ya no queda ni eso. La primera, la ha vetado el PSOE. El segundo, lo ha matado el PP. De las demás, ya había prescindido Rivera en aras de la pureza centrista y de no renunciar a darnos lecciones sobre todo. Ha perdido la pureza en Cataluña y se ha quedado sin cátedra en Madrid.

El fin y el final de la recuperación económica

Los lectores de LD pueden seguir la descripción minuciosa de la masacre fiscal en el análisis de Domingo Soriano sobre la enésima burla a los votantes del PP, a los que el somnoliento gatazo Rajoy y sus mininos Sorayina y Cristobita convencieron en las elecciones de que la indudable mejora económica permitía bajar los impuestos. El fin del impuestazo anterior era lograr el final de la herencia de ZP. Y resulta que no, que el final nunca llega porque nunca se recauda lo suficiente para saciar el afán de gasto de los políticos. Mientras se hable, como hacen todos los partidos de que España tiene un problema de ingresos fiscales y no de gasto público, estamos condenados a no salir nunca de la crisis. Y para entender la terrible situación en que quedan los jóvenes, la verdadera naturaleza del caramelo envenenado del SIM, léase el análisis de Diego Barceló sobre cómo subir el salario mínimo interprofesional perjudica a jóvenes parados y trabajadores poco cualificados, abocados a convertirse en subvencionados permanentes.

En el fondo, el precio del pacto Rajoy-Susana será el de añadir un millón de jóvenes trabajadores del Norte a los dos millones de veteranos parados del Sur. Rajoy seguirá en el poder a cambio de que sus votantes sean como los de Susana. Porque eso es el socialismo en España: un gigantesco paro estructural tutelado por los sindicatos, unas sociedades y empresas maniatadas por Hacienda y las cotizaciones a la Seguridad Social y una enseñanza carísima y totalmente desconectada del mercado laboral que, en el mejor de los casos, produce emigrantes y, en el peor, sectas políticas destructivas como la de Podemos, nacida y pacida en la facultad de Ciencias Políticas de la Complutense.

¿Es posible una rebelión cívica sin partidos ni medios de comunicación?

Siendo terribles la insaciabilidad fiscal y la mendacidad patológica del Gobierno del PP, más grave es comprobar cómo todos los partidos y todos los políticos, del último diputadillo a la última senadorzuela, comparten la doctrina socialista de que subir impuestos y asignar salarios por decreto puede mejorar la vida de la gente. Vuelve el consenso progre, vuelve el poder sindical a través de los acuerdos de sector, vuelve la ruina.

Lo que es inimaginable en ningún país del mundo es que semejante masacre fiscal y dictadura mediática tan siniestra no hallen un solo partido, un solo político que encabece una rebelión cívica como la que tuvo lugar en España tras el 11M frente al Gobierno de ZP, en torno a las víctimas del terrorismo y al PP, con el respaldo de algunos medios de comunicación. La España de hoy es una sociedad amorfa sorda, ciega y muda, a la que, como era de prever, le están robando la cartera. A ver cómo nos defendemos.

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