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Rodríguez Ibarra dice que no le importa nada, lo que se dice nada, que los bancos se vayan de Extremadura. Dice que, como París a Bogart, siempre le quedarán las Cajas. Pues a lo peor tampoco. Según datos que se manejan discretamente en las últimas semanas, los bancos tienen más créditos que depósitos en Extremadura, por lo que podrían dejar de operar allí sin mayor quebranto, pero resulta que las cajas de ahorro también tienen invertido fuera de Extremadura más que dentro, de forma que el barbudo sociata extremeño debería incautarse de ellas y someter a pública vejación a sus responsables, por delito de lesa Extremadura.

En realidad, todas estas alharacas anticapitalistas de un partido que se ha lanzado sobre el dinero ajeno con voracidad de buitre (ahí está Filesa para demostrarlo), no recuerdan sólo a los caudillos iberoamericanos modelo Chávez, a El Zorro travestido de Che Guevara. A lo que más se parecen estos arrebatos colectivistas de unos señoritos que llevan un cuarto de siglo apacentados en el presupuesto, sin descender del coche oficial y sin pisar más suelo que el de la moqueta, es a aquella melopea de la “revolución pendiente” con que los “azules” del franquismo amenizaban cada crisis de Gobierno y esmaltaron los amenes de la Transición.

Aquellos vejestorios a lo Girón que llevaban cuarenta años de funcionarios y que hablaban de “echarse al monte” cuando ya habían terminado de pagar o de cobrar varias parcelas eran revolucionarios de papel, demagogos al estilo del sindicalismo mexicano cuya palabrería radical no mostraba sino inquietud por su pensión. También amenazaban con la “nacionalización de la Banca”, y resulta que se sentaban en varios consejos de Administración. O sea, lo del PSOE-E en las Cajas de Ahorro. Entre siniestro y ridículo.

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