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Suele achacarse a Stalin una pregunta retórica y despectiva sobre el poder real del Vaticano: "¿Cuántas divisiones tiene el Papa?" . La cuestión no se ha planteado más en Moscú después de Kruschev. Pero cuando Andropov quiso asesinar al recién elegido Papa polaco ya se sabía que las divisiones del Papa eran demasiadas, aunque no fueran armadas y uniformadas. Pero era demasiado tarde para rectificar. Y es que no siempre la fuerza está a la vista, ni entre los buenos ni, con mayor razón, entre los malos. Por ejemplo, Ibarreche no tiene divisiones acorazadas ni motorizadas que infundan temor en los ejércitos occidentales. La policía autónoma a su cargo, más que un cuerpo represivo parece un cuerpo de objetores de conciencia, de conciencia nacionalista, claro está. Sin embargo, hay detrás de la meliflua apariencia del presidente autonómico un poder real, una capacidad de matar y destruir verdaderamente seria: la de ETA. Esas son las "divisiones" de Ibarreche.

Convendría que los partidos políticos españoles dejaran a un lado su reyerta por los despojos de la Justicia y articulasen un discurso conjunto, claro y neto frente a esa evidente actuación conjunta del separatismo vasco en dos frentes: el del terrorismo en playas turísticas o aceras cívicas y el del separatismo supuestamente pacífico y democrático de Ibarreche, que ofrece el final del terrorismo si se acepta la independencia del País Vasco. Eso, hoy. Mañana sería la anexión de Navarra. Y pasado mañana el terrorismo seguiría como represalia por la ayuda que en el resto de España, incluso al margen del Gobierno, se prestaría a una Resistencia Española que, al día siguiente de la independencia, empezaría a actuar en el País Vasco y Navarra. Convendría que todas las instituciones, del Rey abajo, se tomaran absolutamente en serio este reto en el que todos los separatistas se han quitado la careta. Unos matando. Otros exigiendo referendums. Y que nadie pregunte cuántas "divisiones" tiene Ibarreche. Ellos las llaman "comandos".

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