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Es difícil concebir una burla tan involuntaria como insultante a las víctimas del terrorismo, a los españoles de a pie, vulgo contribuyentes, y a los valores de libertad que seguramente inspiran a los representantes de la soberanía nacional española (repito, española) que esa moción sobre el 23-F votada por unanimidad a propuesta del PNV e Izquierda Unida. Sólo faltó el escribano de Eusko Alkartasuna para que en nombre de España y de sus libertades siempre amenazadas sus señorías se adhiriesen a un texto de quienes dedican todo su esfuerzo político a destruir la nación y hacer pedazos la Constitución. Porque eso es el Pacto de Estella, ni más ni menos.

Es tradición, desde sus orígenes gaditanos en 1812, que las libertades constitucionales españolas sobrevivan bajo el fuego de sus enemigos, interiores o exteriores. Nacieron bajo el cerco implacable de Napoleón, sobrevivieron al rey felón Fernando VII, vencieron luego en tres feroces guerras civiles a los carlistas, sobrevivieron al totalitarismo de izquierdas y de derechas tras la convulsión republicana, la guerra del 36 y la dictadura franquista, y hoy, entrados en el siglo XXI, se baten heroicamente contra los etarras y los separatistas vascos, resumen y recuelo del jacobinismo del XVIII, la carcundia del XIX y el totalitarismo del siglo XX. Ya que sus señorías no tienen memoria histórica, podían poner un poquito de atención intelectual. Y ética. Y moral.