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Federico Jiménez Losantos

Leninín apoya a Kokomochov y el Gobierno maridialoguea

Querer derrocar a Iglesias y, a la vez, heredarlo, vivo pero muerto, liderando su liderazgo se me antojan demasiadas cosas a la vez.

Querer derrocar a Iglesias y, a la vez, heredarlo, vivo pero muerto, liderando su liderazgo se me antojan demasiadas cosas a la vez.

En vísperas del sacrificio de Errejín en Vistalegre, Pablenin ha volado el último puente que unía a Podemos con el régimen constitucional. Salvo milagro, quedan así canceladas las esperanzas que tantos ciudadanos biempensantes, demócratas sesteantes y providencialistas de tertulia ponían en Errejón, ese interminable bebé de cien mamás condenado al cuarto de las ratas por Papá Pablo, que aunque intelectualmente sea una nulidad, siempre será políticamente más que un escuincle que no se atreve a darle un sopapo ni encaramado a Tania.

Porque, la verdad, si intenta ganar con Iglesias como mancheta, o manda él o manda la mancheta. Y querer derrocar a Iglesias y, a la vez, heredarlo, vivo pero muerto, liderando su liderazgo se me antojan demasiadas cosas a la vez. Tantas, que acabarán en ninguna. El Poder, en un tinglado comunista como el de Podemos, no se debate ni se "controla desde la base": o se toma o te lo toman; o mandas o te mandan. Si el partido está en la Oposición y pierdes, te callan o te echan. Si el Partido está en el Poder y pierdes, te matan. Antes, los rojos no hacían prisioneros. Ahora, ni los blancos.

Cataluña, el Rubicón del Régimen Constitucional

Queda, naturalmente, la apelación a las bases o, como le gusta decir transversalmente al errejonismo, a "las más amplias capas de opinión sensibles a nuestro mensaje". Pero eso supone tomar una posición clara en el gran problema político nacional, que es precisamente, el de la Nación. Y como Iglesias es un enemigo nato de lo que Lenin llamaba "cretinismo parlamentario", lo ha hecho. Al anunciar que apoyará las movilizaciones "en la calle" contra el Tribunal que debe juzgar este lunes a Mas por el butifarréndum del 9N,Pablenin respalda a Kocomochov, designated survivor de Mas, que iba para Josué de Moisés Pujol y se quedó en hereu de la Banda del tres por ciento y sus obligaciones penales. Vamos, que si Kocomochov está por el golpe, Pablenin está al servicio de Kocomochov.

Naturalmente, los que siguen diciendo que lo de Cataluña es una broma, que es sólo cuestión de dinero, de dejarlos solos, dirán también que lo de Pablenin no tiene importancia. Pero la tiene. O podría tenerla si ahora dijera Errejón lo que decía la izquierda de antaño: que Podemos no puede ser el cipayo al servicio de la voluntad insolidaria y egoísta de la burguesía catalana, encabezada por la banda del Trespercent. Que ellos están con la gente de toda España, no con la gente que quiere romper la fuerza de la gente, que está en las grandes mayorías. El pueblo unido, etcétera. Yo creo que hasta Susana Díaz se hacía errejonista.

Por supuesto, Pablenin podría replicar que si Errejón se opone ahora a Kocomochov, el referéndum, la independencia y la ruptura de España, como un facha más, ¿qué hacía hace dos semanas apoyando a los etarras que cumplen condena por sus crímenes, instando al Gobierno a mandarlos a casita y mimarlos hasta su rápida excarcelación? ¿Es más grave lo que defiende Kocomochov, un referéndum ilegal en Cataluña, que la ETA? Y no era Errejón el que en Twitter llamaba "bastardos" a todos los policías?

Tan golpistas, proetarras y enemigos de España y de la Libertad son Iglesias como Errejón, pero el pulso golpista de la Generalidad al Estado de Derecho es de tal gravedad e inmediatez que permiten justificar cualquier voltereta. No digamos de los émulos de Pinito del Oro, sitos en Podemos. La independencia de Cataluña, que es lo que se pretende inútilmente camuflar bajo el "derecho a votar", "a opinar" y demás timos teóricos del separatismo instalado en Barcelona y subvencionado por Madrid, tiene su punto flaco precisamente en ese referéndum que algunos quieren vendernos como una encuesta sobre marcas de crecepelo.

El Gobierno, con la Ley o fuera de la Ley

Ese referéndum no podrá celebrarse nunca de forma legal salvo que el Gobierno renuncie a la soberanía nacional y al régimen constitucional de 1978, del que extrae su propia legitimidad. Y un Gobierno que aceptase un referéndum para la ruptura de España estaría poniéndose a la cabeza del Golpe de Estado y acabaría siendo derrocado por las Cortes o por la fuerza. Así de cruda es la cosa, pero es que no hay forma de cocinarla.

Tampoco hay más alternativa a la Ley que la fuerza, que es la que viene imponiendo la Generalidad, con la complacencia o colaboración activa de todos los gobiernos de Madrid desde que Pujol llegó al Poder. Cuando la fuerza quiere convertirse en Ley, como pretende la Generalidad, cuando con la violencia de los hechos consumados se pretende liquidar el régimen democrático y la estructura misma del Estado, todos los partidos políticos, incluso Podemos, deben tomar posición: o rompen España o la defienden. No valen ya las mamarrachadas de que para defenderla hay que romperla y luego rehacerla con inventos como la Federación de Repúblicas Ibéricas del golpismo catalán de antes de la guerra, que los portugueses se apresuraron a denunciar como "la nueva faz del imperialismo castellano". Los partidos deben explicar a qué juegan: a la legalidad o a la Revolución.

Por supuesto, si Errejón quiere ser de verdad alternativa a Iglesias, debería defender la Legalidad y la unidad de España. Como no se atreve, dirá que "comparte con Pablo" que "no hay que criminalizar la libertad de expresión". ¡Como si la hubiese en Cataluña! No hará nada. Y ya veremos si no acaban juntos Leninín y Trotskitín agarrados a la misma pancarta que Kocomochov y manifestándose contra el Tribunal que debe juzgar a Mas.

Maricomplejines maridialoguea

Eclipsado el PSOE, el Gobierno ha servido en bandeja al partido de las telesorayas, que sigue siendo Podemos, la ocasión de decir Patria sin que nos dé la risa o suene a Venezuela. Porque Rajoy y su Virreineta, tras decir que estarían dispuestos a "la coerción" -ojo al palabro, atención a la salvajada, cuidado con la barbaridad de la Legión Rajoyana: "coerción"-, han vuelto a esconderse en la excusa clásica de la deserción institucional: "no vamos a añadir más tensión", "hay que tender puentes", "espacios de diálogo", en fin, las gansadas que, de puro repetidas, resultan aburridas hasta en un editorial de La Vanguardia, valga el pleonasmo. Pero que si las dice el presidente de cualquier Gobierno en cualquier otra época de España le habrían acercado mucho al juicio por delito de lesa patria y alta traición. No se le puede "quitar tensión" a un golpe de Estado. Lo que debe hacer un Gobierno es derrotarlo. Empezando, claro, por no financiarlo con el FLA.

El maricomplejinismo clásico, estructural, típico, endémico del PP, en Cataluña se convierte en maridialoguismo. Que consiste en marifingir que se marinegocia para mariseguir maridisimulando que, en realidad, no se marigobierna ni se hace marimaldita la maricosa contra los golpistas. Uno empieza a estar ya mariharto de tanta marimamarrachada.

Enésima ocasión para Albert Rivera

Por supuesto, culminada la apoteosis de Rivera en el Congreso de Ciudadanos, redefinido como partido liberal-progresista, sería la ocasión para que el líder catalán del partido español y la portavoz andaluza de cuna catalana o al revés, se pusieran de verdad, como liberales que dicen ser, a la cabeza de la defensa de la Nación Española, vilmente abandonada por los que deberían defenderla y atacada a sangre y fuego por los que deberían temerla, si no respetarla.

Lo malo es que si Rivera consulta con su arriolo Campo Vidal, cuya primera obra fue "Simplemente María y su repercusión en las clases trabajadoras" -la otra, una apología del felipismo- es muy probable que le diga que, antes de enarbolar cualquier bandera, debería encargar una encuesta.

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