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Si en el año 93 la muy laxa Administración socialista multó a Pilar Giménez-Reyna y a Antonio Rafael Camacho por montar la versión primitiva de Gescartera, un chiringuito financiero que no es que cometiera irregularidades sino que era la irregularidad misma, vulgo estafa, ¿cómo les permitieron volver a montar la máquina del timo? ¿Cómo es posible que de nuevo pusieran en marcha el mecanismo del tocomocho? Y sobre todo: ¿es ajena a esa insólita reanudación del tejemaneje financiero el cargo del hermano de doña Pilar?

Y lo más grave, lo que afecta directamente al ministerio de Hacienda. ¿Sabía Cristóbal Montoro y sabía el vicepresidente Económico Rodrigo Rato que a la hermana del Secretario de estado, multada en el 93, se le había permitido abrir de nuevo la tienda de Luis candelas, un Ibercorp en pequeñito, un chiringuito para asaltar bolsillos tontos y faltriqueras negras?

Porque donde ya no cabe pregunta sino el asombro y la indignación es en lo que se refiere al propio Secretario de Estado de Hacienda, Enrique Giménez Reyna. Él no podía desconocer que a su hermana la habían multado por delinquir o protodelinquir en la misma compañía. Él tenía que saber dónde invertía, a solas o en compañía de sus hermanos. Él no puede permanecer ni un minuto más en un cargo al que la sola sospecha mancharía. Cuánto más la certeza de ser no ya cómplice sino colaborador fraterno de una conducta que debería desterrarse de España. Un siglo de éstos.