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No es casualidad que, al margen de las responsabilidades del Gobierno, el primer sector político salpicado por el caso Gescartera sea el de los llamados asesores de comunicación, inseparables de la clase política y muy singularmente de la casta felipista. No es sorprendente que sea Chaves, el de Prensa Sur, el primer político afectado por el primer nombre extraído del escándalo gescarteril: José Nevado, su ex jefe de Prensa, hombre de toda confianza y factótum de La Fábrica de la Comunicación, una rama de Asesores 2000 directa e indirectamente implicada en la lavadora y secadora de dinero negro montada por Giménez-Reyna, Camacho y compañía.

Tampoco es casualidad ni puede serlo que Nevado sea en estos momentos nada menos que consejero de RTVE por el PSOE, puesto que su salud política es emanación de la de Chaves y la de éste es asombrosamente saludable. Ni que Nevado sea socio en esos Dos mil y un asesores, fábricas y factorías incluidas, de Agustín Valladolid, hombre de prensa y confianza del Ministerio del Interior en tiempos de Corcuera, que tanto salió en los papeles en tiempos del vídeo de Pedro Jota y que tanto volverá a salir en ese juicio y en el que también está al caer por los fondos reservados de Interior.

Es muy probable que estos dos mil y un asesores acaben franqueando la Puerta de Alí Babá, esa inmensa oquedad de corrupción de la política y el periodismo que unos llaman asesorías de imagen, otros gabinetes de imagen, otros factorías de imagen y otros fábricas de letras, pero que antes de la televisión se llamaba fondo de reptiles. Aquí, en Gescarterópolis, reptiles cada vez aparecen más. Y provistos de fondos abundantísimos. A ver si la información escasea menos y la opinión se preocupa más.

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