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Algunos de los problemas de Jaime Mayor Oreja son consecuencia de su cargo, que implica la lucha sin tregua y sin trampa contra el terrorismo etarra. En ese terreno, se le debería juzgar por sus hechos y no sólo por sus intenciones políticas, pero está claro que sus realizaciones positivas no se valoran con justeza -ni siquiera el descabezamiento de la cúpula etarra- porque Mayor es parte de un proyecto polítco alternativo al del poder nacionalista en el País Vasco. Y eso tropieza con el PNV pero también y crecientemente con el PSOE. Por tanto, el ministro del Interior debe asumir que como precandidato del PP a las elecciones vascas le busquen las cosquillas o le tiren a degüello en lo que se refiere a la lucha antiterrorista. En el caso del PNV por razones obvias de complicidad. En el del PSOE por otras razones, unas confesadas y otras inconfesables, que son las que constituyen los verdaderos problemas de Mayor.

Es más difícil asumir en política un cambio de discurso que un cambio de alianzas. Pero el PP deberá archivar, poner entre paréntesis o matizar mucho su clásico discurso de consenso antiterrorista con el PSOE, por dos razones: la primera, que el PSOE no está ya por el consenso sino que ha optado por la línea González de abrazarse al PNV y aislar al PP; la segunda, porque confunde a la opinión pública, ya que sigue manteniendo a través de Zapatero ese discurso que niegan sus hechos. No sólo gestos como el de la asistencia a la manifestación de Ibarreche al margen del PP y de las asociaciones cívicas antiterroristas. Tampoco únicamente la insistencia de Chaves, Caldera y otros en la consigna felipista de la "unidad de los demócratas", una forma de censurar al PP y abrazarse al PNV, como si el Pacto de Estella fuera un proyecto democrático o simple materia opinable y no un jaque mate a la nación española y a la legalidad constitucional. Lo peor quizás del comportamiento del PSOE es la resurrección del "Comando Rubalcaba" y su tarea sistemática de demolición contra Mayor Oreja y Aznar por la "satanización del PNV", que sería una prueba de su incapacidad para entender la pluralidad democrática y además un truco para ocultar la ineficiencia policial. Discurso, por cierto, al que arteramente se añadió ayer Delgado Barrio, otro del que pude decirse: "ni una mala palabra, ni una buena acción".

Pero quizás el problema más serio de Mayor Oreja es interno y tiene que ver con su sucesión al frente del Ministerio. La duplicidad del PSOE -cuya alianza le es imprescindible para poder ser lendakari si las urnas lo permitiesen- es algo que se decantará en función de los resultados electorales. Lo que no ayuda nada a que sean buenos es la doble prueba de nerviosismo que suponía ayer
el "pinchazo" en "El Mundo" de una noticia sobre el pago de la protección de las casas de Múgica y Anguita, algo sencillamente irreprochable pero que prueba la preocupación ante el Comando Rubalcaba. Y sobre todo, la entrevista en "ABC", la casa de los Zarzalejos, una de cuyas criaturas aspira a sucederle en Interior y otra a dirigir la política antiterrorista, dentro o fuera del País Vasco. Irse a confesar allí que está dispuesto a ser candidato "más que nunca" no sólo invita a pensar que alguna vez no lo ha visto tan claro sino que se ve en la obligación de hacer frente a las insidias procedentes de ese entorno que dan como posible que finalmente no aspire al Gobierno de Vitoria. La situación de Mayor es complicada y sus problemas son reales, pero los agrava ese nerviosismo traducido en titulares confusos y desorientadores. No es muy original decir que a lo único que debe tener miedo Mayor es al miedo mismo, pero se acerca bastante a lo que puede percibir la gente que más desea su triunfo. Porque, evidentemente, no es ni puede ser sólo suyo. Tampoco sus problemas lo son.

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