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Federico Jiménez Losantos

¿Más hispanos que negros en los USA?

El último censo de población estadounidense –adelantado por la notable revista Contacto y resumido en Libertad Digital– revela que los hispanos son ya, en cifras oficiales, bastantes más que los negros. Medio millón más, tras superar los treinta y cinco millones; algunos millones más, entre tres y seis, según cálculos oficiosos, que elevan a cuarenta millones el número de hispanos en los USA. Y creciendo, porque son el segmento de población más joven y que más rápidamente se reproduce, al menos en lo que a su grupo mayoritario, el mejicano, se refiere.

Dejamos para otro comentario el número censado y real de los hispanos en USA. Es más importante esta noticia o, para ser exactos, cómo nos la dan –ya hay más hispanos que negros– porque encierra toda la paradoja de la identidad hispana en los Estados Unidos. ¿Son acaso los hispanos una raza? Evidentemente, no. ¿Es que no hay negros hispanos? Indudablemente, sí. ¿Por qué, entonces, se hace esa distinción aceptada por todos, incluidos los negros y los propios hispanos? ¿A qué se debe esa diferenciación racial, supuestamente tan clara que hasta se pueden contar y se cuentan oficialmente los que pertenecen a ella, si en realidad lo hispano no es un hecho racial?

¿O sí lo es? En parte, sí. Para los anglosajones blancos del Oeste, los hispanos son indios o mestizos, de piel oscura, con algún elemento pálido y tirando a oliváceo de origen español, entiéndase “papista” o católico, no el cristiano fetén del Noreste primigenio o del Bible Belt. Extranjero, pues. Para los negros, hoy “afroamericanos”, los hispanos o son “indios” en el Oeste o son “blancos” en el Este. Tampoco son de su “raza”. Y como han convertido la raza en una identidad política, de ahí el equívoco. Y como la complejidad y los matices son enemigos naturales de la estadística, se acepta el equívoco. Hasta adquirir caracteres monumentales: la primera minoría actual en los USA, más treinta y cinco millones, no se sabe lo que es. Ni los que los cuentan ni, más grave aún, los contados.

Por resumir, la identidad hispana es de tipo cultural: la lengua española, la religión católica, la familia y, en la raíz, el mestizaje. La raza es en lo hispano un hecho secundario, al menos, visto desde fuera. Desde dentro, ya es otro cantar, pero eso mismo prueba la diversidad racial y la radical pluralidad de lo hispano, lo que los hace débiles –diversidad, dispersión– y también fuertes, puesto que su capacidad de adaptación es la propia de la especie humana, es decir, infinita.

De forma que el censo en los USA está mal hecho. Para ser exactos, está voluntariamente confundido, minuciosamente equivocado. Oficialmente, hay más de treinta y cinco millones de hispanos, pero no pueden ser medio millón más que los negros, porque hay más de medio millón de negros hispanos: cubanos, puertorriqueños, dominicanos, venezolanos... El día que se disipe ese equívoco racial y racista quizás ya no podremos hablar de hispanos en los términos de hoy. Pero también serán otros Estados Unidos de América. Distintos aunque parezcan iguales. Políticamente irreconocibles.

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