Queriendo contentar a todos, empezando por su afán de poder y voluntad de nómina, los socialistas catalanes han conseguido una sensacional carambola a tres bandas: ERC sigue en el Gobierno de la Generalidad, pero con todos los derechos y ninguna obligación. Carod sale por la puerta grande, proclamándose amigo de la ETA y devoto del diálogo con la pistola, patriota irredento y miliciano de Armani dispuesto a tomar Madrid por asalto, para oprobio de los catalanistas que se humillan ante el centralismo, o sea, los del PSC, y para desgracia de los que vivían instalados tan ricamente en la capital del Reino desde tiempos del diputado Pujol y su segundo Roca. ¡Un cuarto de siglo ya!
No se sabe a cuál de los dos puede hacerle más daño Roviretxe, si al partido de Mas o al de Maragall, pero a ninguno de los dos puede hacerle bien. La legitimación de la demagogia separatista por parte de Convergencia, PSC-PSOE e IU-ICV favorece inapelablemente al caudillo de la Esquerra, que no padecerá el desgaste de la acción de Gobierno en Barcelona y podrá tirar con pólvora del Rey en la Carrera de San Jerónimo. En las Elecciones Generales del 14 de marzo, lo normal es que en Cataluña Mas vaya a menos, Carod a más, Piqué a bastante más y Zapatero... a la ruina. CiU perderá algún escaño en beneficio de ERC, lo mismo que el PSC. Y el PP puede recoger la cosecha del caos tanto en el nacionalismo menos radical como en la izquierda menos nacionalista. En el conjunto de España, no sabemos qué efectos tendrá la tragicomedia, pero si Zapatero sobrevive a la genial maniobra de Maragall será un verdadero milagro.