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Federico Jiménez Losantos

Muchos arbolitos, pero sin bosque

Suele decirse que no hay peor mentira que la media verdad. Los programas especiales que RTVE y alguna cadena privada han dedicado al XXV aniversario de las primeras elecciones democráticas no han caído en esa perversión moral, pero no por exigencia ética sino por falta de ambición intelectual. El programa monográfico de más de una hora que “Informe Semanal”, el de mayor audiencia, dedicó a la efemérides tendría que haber sido modélico y de archivo. Lo fue, pero de la banalización y el ombliguismo que el comisariado mediático de Aznar ha admitido en el Ente, ahora tomado por el sindicalismo salvaje, y consagrado para esa época, según la exitosa falsilla del programa “Cuéntame”. Sucede que la historia –sobre todo la inmediata– no puede ser nunca tratada como una telenovela. O que si se trata como una telenovela, la historia desaparece. Sólo quedan los anuncios.

Por lo visto, la Derecha política española sigue pensando que tiene algo tenebroso en su pasado que debe ocultar a toda costa: el franquismo. Pero como para presumir de lo más honroso, que es traer la democracia desde la dictadura, hay que remontarse a la condición franquista de más de media España, del Rey, de Suárez, de Torcuato y, muy especialmente, del Ejército, sin cuya lealtad a Franco y a su sucesor habría sido imposible la Transición, al final se ha optado por un curioso escamoteo por la vía del costumbrismo: la democracia la trajo la tele gracias al escote de Rocío Jurado, a Eduardo Sotillos, y al “zoom” de Lazarov. De hecho, viendo el autobombo servido por Baltasar Magro a los que entonces servían al régimen a cambio de un sueldo y no a riesgo de ir a la cárcel, aunque parecían sugerir lo contrario, podía pensarse que Suárez no hizo la Transición como Presidente del Gobierno sino como Director General de Televisión Española. ¡Esa cantera de héroes!

Para llegar a contar bien las elecciones había que explicar cómo el franquismo se suicidó ritualmente, cómo se pasó “de la ley a la ley”, cómo todos los partidos de la oposición se opusieron al referéndum para la Reforma Política realizado por Suárez meses antes y que realmente abrió el camino institucional hacia las urnas de junio del 77. Pero sobre todo, a la vista de los peligros actuales de nuestra democracia, era y es obligado comparar el ayer y el hoy del separatismo y el terrorismo, el ayer y el hoy de los que entregan su vida por España y por la libertad. Y es intolerable el doble rasero que se sigue utilizando para los muertos según el color de la bala que los mata. Es insultante para ellos y para todos los españoles que se siga cultivando un silencio ominoso sobre las víctimas del terrorismo de extrema izquierda (militares, guardias, policías y civiles asesinados por ETA) mientras se reitera y repite, se canoniza y exalta exclusivamente a los asesinados por la extrema derecha.

En realidad, todo se nos ha contado en esta telenovela de los XXV años de democracia como si el único enemigo de la Transición hubiera sido la extrema derecha franquista y como si los nacionalistas y la extrema izquierda hubieran sido (y lo fueran eternamente) tan antifranquistas como demócratas. Pero no son sinónimos. Y si para hablar de cómo llegó la democracia había que ocultar o camuflar a los que nunca la han servido sino que se han servido de ella, podríamos habernos ahorrado el aniversario. Total: mucha anécdota y poca categoría. Muchos arbolitos, pero sin bosque. Sólo hubo un momento dramático en este Informe Semanal: cuando entró de golpe un anuncio del programa de José Luis Moreno, que venía después. ¿O era 25 años antes? Terrible duda, que aún no conseguimos despejar.

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