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Zapatero ha venido distinto de América. Le han hecho otro corte de pelo, le han aumentado aún más las hombreras del traje y si fuera lector de Miguel Hernández podría decir aquello de "me siento más hombre y más poeta". Algo más hombretón sí parece de lejos, aunque luego el primer plano nos devuelve a ese adolescente irreparable que ya quisieran parecer muchos toda la vida, pero que a los asesores de imagen les gusta poco. Yo no sé cómo después de Aznar no se enteran de que, al final, los ciudadanos no votan al más guapo sino al mal menor para la nación y para su bolsillo, o viceversa. Pero, claro, si se primara el contenido sobre la forma ¿qué sería de los asesores de imagen?
 
Por lo visto, también Zapatero piensa que su problema es de imagen, que no "comunica" lo suficiente, cuando lo que sucede es que tiene pocas cosas que comunicar y de algunas preferiríamos no enterarnos. Tampoco parece que el Secretario General quiera enterarse de lo que el PSOE hace mal o lo que él mismo no hace lo suficientemente bien. Sigue con la perra de Irak y del Prestige, argumentos de confrontación política que ya le ocasionaron, por su radicalismo, un revolcón en las municipales y autonómicas. Pero con los almuédanos de la SER dirigiendo la crispación progre parece difícil cogerle el punto a una oposición razonable que aspire a heredar a Aznar y no a dilapidar su herencia. Es verdad que Zapatero no lo tiene fácil, ni siquiera si gana Maragall o, especialmente, si gana Maragall. Pero todo lo que no sea cambiar de ideas y crear un programa que se acerque al liberalismo en materia económica y a la defensa de España en lo nacional será perder el tiempo. Salvo para su peluquero, perdón, su estilista, que él sí que estará por el "cambio sereno". Cada quince días.

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