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Que en un país donde los concejales dimiten porque los asesinan, donde los partidos políticos no pueden presentar candidaturas porque lo impide el tiro en la nuca, donde los jueces se pelean por juzgar o exculpar a los terroristas, donde ser periodista es una profesión de alto riesgo y donde dieciséis años de educación obligatoria desembocan en un 90% de analfabetismo funcional, que en un país así, que es el nuestro, la máxima preocupación de la clase política sea pedir la expulsión de un concursante de un programa de telebasura en una cadena privada demuestra que todo puede empeorar y que la basura no es una exclusiva de la televisión. Desde ahora podemos hablar de Parlamento-basura y politica-basura, que es a lo que tradicionalmente se ha llamado demagogia. Demasiado fina la palabra para designar una realidad tan cutre, tan siniestra. Basura queda mejor.

Se criticó en su día que la alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez, organizara una recepción oficial al ganador del concurso "Gran Hermano". Aquella concesión a la demagogia elemental queda ya chiquita y lejana, como una chuchería populista, al lado del hecho, bochornoso y siniestro, de que todos los partidos políticos hayan decidido tomar parte en un programa que ellos mismos califican de "telebasura". Pues si es basura y ellos quieren tomar parte en su desarrollo, basura son, o en basura se convierten. De ahí a presentarse como concursantes hay sólo un paso, que seguramente no se atreven a dar por razones de incompatibilidad de nómina, no por razones éticas ni estéticas.

Podrían los padres y madres de la Patria preocuparse por esa sentencia judicial de hace unos días que considera que un policía puede obligar a una chica de trece años a hacerle una felación y salir con una condena mínima porque la chica no era virgen. O por la muchacha asesinada ayer mismo en una pizzería por un tipo que la había amenazado con una pistola quince días antes. Pero, claro, eso no sale en la tele, aunque sea en la telebasura. No provoca debates-basura en la opinión-basura. Es la realidad, dura, sórdida, difícil, no los telemontajes, a saber si guión o ficción, en todo caso preparados y teatralizados, que a nadie obligan a protagonizar ni, por supuesto, a contemplar.

¿En cuántas televisiones públicas, monstruosamente deficitarias, han salido, salen y saldrán los personajes-basura de "Gran Hermano"? Si a los políticos les preocupa el ejemplo, que lo den, que dejen de ocuparse de ese programa y que se preocupen por el terrorismo, por las violaciones y, de paso, por el bachillerato.

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