Ni un día ha tardado Zapatero en darnos la razón a quienes, precisamente por españoles, europeos y liberales, votamos ayer NO a este plebiscito a mayor gloria de su figura política. Es difícil resumir en un breve discurso tanta mezquindad, tanto sectarismo, tanta miseria moral y tanta soberbia personal como los exhibidos por el Presidente del Gobierno tras los resultados electorales, más cerca del relincho de gozo que de la celebración cívica. Aunque el triunfo del “sí” se lo debe al PP, no ha tenido ni una palabra de agradecimiento para Rajoy. Aunque ERC e IU han votado “no”, ha dicho que nadie había perdido en este referéndum. En realidad, nos ha pasado el resultado a todos por las narices como un triunfo personal, que es para lo que lo convocó. Siempre lo creímos así y por eso votamos No. Con todos los respetos para los votantes del PP que han elegido el “Sí” o el voto en blanco, creo que los hechos nos han dado la razón.
Por si la mezquindad no era suficiente, por si el sectarismo no parecía bastante, Zapatero ha asociado la mísera victoria del “Si”, que no llega a uno de cada tres españoles con derecho a voto, a la victoria de los socialistas en las elecciones portuguesas que, dijo, alegra a todos los progresistas europeos. Añádase la guinda de la autofelicitación por la llamada del “compañero José Borrell”, al que creíamos Presidente del Parlamento Europeo antes que miembro del partido o de la secta y se tendrá la radiografía completa de un sectario radical al que ayer la Derecha perdió la oportunidad de infligir un severo correctivo. Ojalá no tenga que lamentarlo tanto como la abstención en el referéndum sobre la OTAN, del que salió un Felipe tan endiosado como ya lo está Zapatero y con muchos años de Gobierno por delante. Esperemos que no sean tantos.