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Federico Jiménez Losantos

¿Qué hacen las radios y televisiones públicas?

Hace ya algunos meses, cuando el mal de las "vacas locas" había desbordado claramente a los Gobiernos y alarmó justificadamente a la opinión pública europea, en nuestro caso aún más alarmada por la errática dicharachería de Villalobos y Arias Cañete, pedimos que en las infinitas radios y televisiones públicas -nacionales, autonómicas y municipales-, deficitarias sin excepción y cuyas pavorosas deudas pagamos obligatoriamente todos, se emitieran diariamente amplios programas de prevención sanitaria y protección social.

Puesto que el problema más acuciante que tiene la ciudadanía es el de la información, parece razonable que unos medios cuya justificación es el servicio público dediquen lo mejor de su parrilla informativa a explicarle a la gente qué alimentos puede comprar, cómo debe elegir, dónde está el riesgo, lo que se puede y no se puede cocinar... en fin, lo normal en estos casos. Al menos en los países donde lo normal es que Protección Civil utilice la televisión y la radio públicas como herramentas básicas en su tarea.

Han pasado los meses, la preocupación dio paso a la histeria, la histeria a la consternación, la consternación a la crisis ganadera, la crisis ganadera a la económica en toda la Unión Europea, está en peligro la PAC y todo el sistema de subvenciones agrícolas y ganaderas, en España ha intervenido la Guardia Civil y ya hay más de dos mil expedientes abiertos en sólo un mes por infracciones graves, cunde el rumor sobre otros posibles problemas derivados de la harina de pescado, se sacrifican reses por miles, decenas de miles, cientos de miles. Pues bien, todo lo que el Gobierno ha organizado para informar sobre este inmenso problema es una paginita web que dice que actualizará todos los miércoles.

Este modesto periódico en Internet, con sólo unos cuantos meses de vida, hace tiempo que tiene un apartado especial dedicado a las "vacas locas", que se actualiza continuamente con los contenidos, las informaciones y los vínculos a otras páginas que permitan ampliar la información a los lectores que lo deseen. Sin subvención ni necesidad de que nadie lo pida. Como en otros medios que entienden que el servicio al lector no se discute, se ofrece. Pero sabemos que los miles de visitantes diarios de Libertad Digital no constituyen el grueso de la población desinformada. Hay millones de personas que no saben lo que es Internet ni tienen ordenador. Que sólo se informan y cultivan intelectualmente viendo la televisión. ¿Sería mucho pedir que durante media hora al día, sólo media hora, no aparecieran Tamara o Rociíto y el Ministerio pusiera a un grupo de expertos y de buenos comunicadores a explicar lo que es y no es el "mal de las vacas locas", y lo que se puede y no se puede comer?

Tal vez sí. Las televisiones públicas de varios países europeos han producido recientemente un manifiesto en el que piden que se mantenga la doble financiación de sus ruinosos entes, porque son los únicos que garantizan la independencia informativa, la calidad del producto y la dignidad de los ciudadanos. Eso dicen ellos, claro. Entregados a tan dura y solitaria tarea, comprendemos que no tengan tiempo para estas minucias informativas. Antes la filosofía que la filantropía.

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