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Federico Jiménez Losantos

Rajoy quiere resucitar el pujolismo en vez de enterrarlo

El presidente se niega a hablar del lado sórdido del separatismo. Con tal de no hacer frente a sus responsabilidades, será capaz de cualquier cosa.

El presidente se niega a hablar del lado sórdido del separatismo. Con tal de no hacer frente a sus responsabilidades, será capaz de cualquier cosa.

Como si Jordi Pujol no llevara años encabezando la política separatista de su partido, como si no hubieran cogido robando a toda su familia, como si no hubiera confesado que desde que llegó al Poder se ha dedicado a robar –con Hacienda de estafermo- a los mismos ciudadanos a los que aleccionaba en moral católica y ética nacionalista, como si esa confesión no demostrara que una clave en la radicalización separatista de la Generalidad de CiU ha sido que la dinastía política más corrupta de Europa y parte de América no entre en la cárcel, como si esa confesión no desnudara la miseria de la "construcción nacional" de Cataluña y la consiguiente destrucción de España… en suma, como si Pujol no hubiera dicho nada y como si lo confesado nada supusiera en la política catalana y española, el presidente del Gobierno Mariano Rajoy ha recibido a Artur Mas con todo respeto y consideración, otorgándole el rango simbólico de Jefe de Estado (fórmula inaugurada por Zapatero con Ibarreche y criticadísima entonces por el PP) posando sonrientes junto a las banderas de España, Cataluña y la Unión Europea, todas del mismo tamaño, tirando a liliputiense. Para esconder la española, hay que demediar el conjunto. Parecía un adorno de mesa.

El interlocutor de Rajoy, ese hombre recibido con tanta consideración y cuyas "23 propuestas económicas" ha prometido Rajoy estudiar con "ánimo constructivo" es el heredero de Pujol en la Presidencia de la Generalidad y también de un par de millones de euros recibidos tras la muerte de su padre, que, según la UDEF, era uno de los testaferros del Todopoderoso catalán de estos últimos cuarenta años. Siguiendo una costumbre atávica del separatismo catalán, Mas hurtó a la Hacienda española más de 800.000 euros, delito fiscal que, una vez descubierto, hubiera debido llevarle a la cárcel. No hubo tal. Elena Salgado, ministra de brotes verdes y números rojos del Gobierno de ZP, alfombró una salida para el proto-recluso mediante la cual, según denuncia de los cancerberos del Fisco, Mas escapó de la trena pagando un 33% menos de lo que le hubiera tocado a cualquier ciudadano españolen las mismas circunstancias.

Godó descubre a Pujolchinela

Sin embargo, pese a que Rajoy se niegue a hablar del caso, su entrevista con Artur Mas se ha producido pocos días después de la famosa confesión de Pujol. Y en pocos días hemos sabido lo que sin duda ya sabía Rajoy sobre la actividad delictiva del clan de los Pujol, Mas y demás famiglia. Por ejemplo, las mansiones y chateâux en la Cerdaña -la española y la francesa-, en una de cuyas casas de invitados se alza la bandera separatista catalana. En un valle muy cuco, los Pujol compartían espacio de loisir con la crema del periodismo, la política y la empresa de Cataluña, ninguno de cuyos conspicuos miembros sospechaba nada irregular en la adquisición de tanta casa por alguien con tan poca nómina. De ahí su sorpresa. Y en uno de esos amables endroits han descubierto al Todopoderós los sabuesos infatigables del Conde de Godó, hasta ayer jefe de la campaña separatista del partido de Pujol y Mas.

En lo que parece una parodia de Boadella para la reposición de Ubu President, la foto de La Vanguardia nos muestra la retaguardia, lo más íntimo del caudillet. Pujol está leyendo por la noche, a la luz de un flexo, tal y como nos contaba Arias Navarro que Franco hacía a altas horas de la noche, alumbrado por la lucecita de El Pardo. Mientras los españoles dormíamos a pierna suelta, Franco velaba. Mientras los catalanes juegan a sorprenderse, no creo que Pujol relea las meditaciones de Marco Aurelio, sino que repasará algún documento financiero o bancario. ¡Tiene tantos!

La complicidad del Gobierno

En estos días en que, con un Gobierno en España, qué digo Gobierno, con un presidente que actuara como ciudadano, a ser posible español, todo el tinglado oficial del separatismo catalán habría saltado por los aires, también hemos sabido que no sólo Zapatero ocultó los delitos fiscales de Mas, sino que Montoro, léase Rajoy, sabía que al primogénito de la Banda de los Pujol lo habían detenido traficando con grandes hatos de divisas no sólo en la frontera de juguete de Andorra y en la más severa de Argentina y Chile. También que entre los infinitos inmuebles de la Sagrada Familia Pujol hay uno de L´hereu biológic con valor no inferior a los seis millones de euros, justo al lado del palacete de los Urdangarín-Borbón, y que llevaba años sin declarar, para no pagar.

Y como estas, infinitas hazañas. La entrevista fortuna de la cleptocracia pujoliana reivindica la figura del difunto Néstor Kirchner y muestra el error de Maragall al denunciar en la misma cara de Artur Mas aquello de "el seu problema se llama 3%". ¡El 30% y 34 años! Ahora, los comisionistas que durante siete lustros han labrado la fortuna de los Pujol denuncian que pagaban a Pujol Ferrusola porque les amenazaba con represalias terribles, ahora confiesan que era imposible conseguir una obra pública sin pasar por Can Pujol y el Palau, ahora vuelve a hablarse del "sector negocios" de Convergencia: los Alavedra, Cullell,Prenafeta y tutti quanti. Ahora resulta que todos sabían que en Cataluña se robaba, como en el casino de Casablanca decía el corrupto y simpático jefe de la policía: "Aquí se juega". La diferencia es que Pujol nunca ha sido simpático y que la policía que fingía no enterarse era la española. Cuatro presidentes del Gobierno podían haberlo impedido: González, Aznar, Zapatero y Rajoy. No ha querido hacerlo ninguno.

Hasta Zapatero podían decir que, a cambio de la inmoralidad de dejarles atracar a todo el mundo, los nacionalistas catalanes no darían el paso definitivo de romper con España. ¿Pero y Rajoy? En sus casi tres años de Gobierno, Artur Mas, desde la Generalidad y con el respaldo expreso e incondicional del Patriarca Pujol, ha volado todos los puentes, ha hecho todos los desaires, ha planteado todos los desafíos, ha retado a todas las instituciones, ha incumplido todas las leyes, ha sacado a la calle a las masas para proclamar su odio a España, alimenta ese odio en las infinitas televisiones públicas que pagan todos los contribuyentes, catalanes y españoles, porque Cataluña está en quiebra y es el Estado Español el que paga las nóminas de ese Estado dentro del Estado que trata de destruir.

Mas se ha jactado de no atender la Ley, de despreciar a la Nación y al Estado, se ha permitido incluso no aplaudir en la Proclamación del nuevo Rey. Y llega a Moncloa con una factura de "23 puntos", que suponen la independencia de Cataluña pagada por todos los españoles y dice Rajoy que "la estudiará con ánimo constructivo". El mismo ánimo constructivo que muestra Artur Mas con respecto a España, o sea, ninguno. Porque todo lo que suponga colaborar en la construcción nacional de Cataluña es participar activamente en la destrucción de España. Y por desgracia, en eso está Rajoy.

‘Madrit’ quiere que sobreviva el pujolismo

Rajoy no ha querido hasta ahora ni ahora, que lo tiene fácil, quiere acabar con la corrupción pujolista que representa Artur Mas porque esa ha sido la clave del equilibrio del sistema desde la Transición: el Gobierno de España, de derechas o de izquierdas, pagaba al separatismo catalán un año de mora en su proyecto separatista, sea en materia de inversiones, de competencias o de impunidades. La prevaricación de la Moncloa ha sido la norma en sus tratos con la Generalidad, ente político-financiero creado y recreado a imagen y semejanza de Pujol.

El penúltimo episodio de esa prevaricación fue la denuncia del Fiscal Jefe de Cataluña, criatura de Torres Dulce, contra El Mundo por publicar los primeros datos de la corrupción de los Pujol. Y poco después la Generalidad, para defender el honor de sus ladrones, se querelló contra algunos periodistas y creo recordar que hasta una diputada por vulnerar el honor nada menos que del Pueblo de Cataluña. Vamos, como si Alí Babá denunciara a los juglares y a la plebe por vulnerar el honor de Bagdad. Pues por muy poco no fue admitida la querella. Nos salvó, me salvó, una sentencia del Supremo absolviéndome de otra denuncia semejante de ERC. Y es que gracias a la inalterada corrupción de los Gobiernos de España, los separatistas catalanes han actuado como si todo el monte fuera orégano. Y, por regla general, con el respeto debido al tomillo y al romero, lo ha sido.

Rajoy se niega a hablar de Pujol es decir, del lado sórdido del separatismo catalán. Y ello por una razón: con tal de no tener que hacer él frente a sus responsabilidades personales e intransferibles si Mas hace lo que ha prometido hacer, que es emprender el camino a la proclamación de la independencia de Cataluña, será capaz de cualquier cosa. Si fuera posible conocer todos los delitos de los Pujol, ya estarían indultados. De antemano, ya lo están.

¡Y luego habla Rajoy de legalidad frente al reto de Mas! ¡Pero si él es, como sus predecesores, la garantía absoluta de ilegalidad! ¿O es que ya no es ilegal robar y, para taparlo, prevaricar? En esta España lela, abúlica, como hechura de Mariano Rajoy, evidentemente, no. El futuro es conseguir devolvernos al pasado. Decía Tayllerand que "el que no ha vivido antes de la Revolución no sabe lo que es la dulzura de vivir". Pues bien, como si no hubiera confesado Pujol, Rajoy quiere ser Tayllerand, que sobrevivió al Terror. Al oprobio, a la alta traición es difícil que pueda sobrevivir España.

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