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Federico Jiménez Losantos

Si la guerra es corta, la habremos perdido

No es fácil prever el desarrollo inmediato de las acciones militares en la Operación Libertad Duradera, pero en cambio es fácil predecir su final en función de lo que dure. Si la guerra como tal, el despliegue de las tropas, la tensión política y la atención informativa duran poco, podremos asegurar que la hemos perdido. Si se alarga, cabe la posibilidad de que las sociedades occidentales y esencialmente la norteamericana hayan comprendido la auténtica naturaleza del enemigo que afrontan y estén dispuestas a emplear todos los medios y todo el tiempo necesario para vencerlo.

Dado el carácter irrevocablemente “mediático” de la democracia moderna, el peligro más grave para esta importantísima ofensiva político-militar será el aburrimiento del telespectador en el sofá. La frivolización inherente a una sociedad acostumbrada a satisfacciones instantáneas y que pretende acomodar los acontecimientos políticos al ritmo del montaje cinematográfico o de sus imágenes en televisión puede conducir en poco tiempo a la petición de cese de hostilidades, tras la habitual jeremiada sobre los padecimientos de la población civil, que ya hemos soportado en los medios de comunicación occidentales a propósito de Irak o de Serbia. Es curioso que nunca padezca la “población civil” cuando la masacran sus dictadores, sólo cuando Occidente los combate. Sólo entonces se movilizan esos supuestos amigos del Tercer Mundo que no son sino enemigos del maldito sistema demoliberal, al que atacan tanto como disfrutan. Esperemos que después del Once de Septiembre, estos peligrosos majaderos tengan menos fuerza que antes.

No podemos tener ninguna seguridad en ganar esta guerra, precisamente porque es la guerra de la Libertad contra sus enemigos. Y la Libertad es siempre frágil, perecedera; las sociedades libres son inevitablemente impredecibles. Sus enemigos, en cambio, son siempre incondicionales, tan duros los visibles como los invisibles. Por eso no podemos saber si ganaremos. De lo que no nos cabe ninguna duda es de la necesidad de hacer esta guerra. Hasta el final. Desde los principios.

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