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Federico Jiménez Losantos

Sopapo de Zapatero, bofetón de Rajoy

Afortunadamente, Rajoy no ha caído víctima del virus de Génova 13, el temible cólico de centrismo arriolesco y no le ha contestado una cartita de crema, nata y chantilly dándole día y hora en el claustro de las Carmelitas

Sólo un día después de la cursilada valenciana pidiendo al PP que “mire a los ojos” a los homosexuales más cercanos (luego sale Alfonso Guerra haciendo chistes de taberna sobre “mariposones” de Derechas, porque la Izquierda también puede ser muy macha), el Presidente del Gobierno ha perpetrado una de las cartas más infames que se hayan cruzado entre Gobierno y Oposición en el último cuarto de siglo. En ella, instalado ya en el autobombo, proclama su amor al diálogo, pero ejerciéndolo como en él es costumbre, o sea, negándolo en la práctica y remitiendo la iniciativa dialogante al posible interlocutor. Vamos, que ni diálogo ni nada. Dime de qué presumes y te diré de lo que careces. Afortunadamente, Rajoy no ha caído víctima del virus de Génova 13, el temible cólico de centrismo arriolesco y no le ha contestado una cartita de crema, nata y chantilly dándole día y hora en el claustro de las Carmelitas. Le ha respondido tan dura y contundentemente como merecía, reprochándole su deslealtad. Y más que le responderá en el Debate sobre el Estado de la Nación. Ahí te quiero ver, Dialoguitos.
 
Pero hay que observar con lupa la misiva a Rajoy, porque es una de esas fechorías conceptuales y políticas que retratan no sólo a un personaje sino a toda una situación. Si ZP no tuviera detrás la inmensa flota mediática de Polanco y sus infinitos satélites públicos y privados, jamás se habría atrevido a escribirla. Pero como la tiene, las charranadas le salen, de momento, gratis. Ya veremos lo que dura la gratuidad y quién la acaba pagando. De momento, ancha es Castilla. Y la Cataluña nacionalista se hace la estrecha. Cuidemos, pues, a los socios catalanes. Paga Salamanca.
 
En esa carta que es toda una exhibición de desvergüenza, el cainismo destilado compite con el sectarismo más abyecto. Que el señor que gobierna con el Tripartito de Perpiñán, el socio y cómplice de Rovireche, el que no dudó en ponerle alfombra roja a Ibarreche para que presentara su plan separatista a cambio de poder diferenciarse él del PP, el que se niega una y otra vez a ilegalizar al partido de la ETA, el que se aprovechó vilmente de la masacre del 11M, el que se niega a investigarla porque aparecen dirigentes socialistas como Huarte en relación directa con el terrorismo islámico, que, en fin, el mismísimo Zapatero impute a Rajoy y al PP un uso partidista del terrorismo o de la lucha antiterrorista es como achacar a la Madre Teresa de Calcuta desprecio por los pobres, o, en la misma línea conceptual, como poner a Luis Roldán al frente de la Cátedra de Ética de la Universidad de Peces Barba. O de la de Gabilondo, el rector.
 
La cuestión de fondo es que Zapatero se ha declarado en guerra con media España, casi con la España que hay, que es la del PP, y lo hace a cambio de hombrearse y halagar a los enemigos de la Nación. Esa es la raíz del problema, en el que todo lo demás son arborescencias. La cartezuela maligna es sólo una prueba más de tan altísima traición. La respuesta, la que merecía.

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