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Federico Jiménez Losantos

Tres jueces salomones y el crédito de dos Borbones

No la han mandado al banquillo por blanqueo, que era lo que tenían que hacer -o no hacer-, pero han dejado que Castro la abanquille por delito fiscal.

No la han mandado al banquillo por blanqueo, que era lo que tenían que hacer -o no hacer-, pero han dejado que Castro la abanquille por delito fiscal.

Con su auto sobre el Caso Nóos, los jueces de la Audiencia de Palma de Mallorca han logrado la cuadratura del círculo sin cuadrado ni círculo, han construido un edificio de imputaciones y exculpaciones tan retorcido que a su lado Ghering es más clásico que Fidias, han culpado y disculpado al juez Castro, han abroncado al fiscal Horrach, han palmoteado el hombro de la acusación particular, han censurado a la Agencia Tributaria, han dado pábulo a la doctrina Botín pero la han desaconsejado para el caso, y, tras gustarse en tantos ayudados por bajo al final de la faena, le han cedido los tratos de matar al juez Castro y se han ido a casa, saludando al respetable.

El respetable no les ha aplaudido ni silbado porque sigue en el sitio, absolutamente atónito. Desde que David Copperfield hizo volar a Polanco en Madrid, no se veía un ejercicio de ilusionismo como el de la Audiencia de Palma. Se trataba de saber si los jueces imputaban o no a la hermana del Rey por los delitos de blanqueo de capitales y delito fiscal en el Caso Nóos, a cuenta del saqueo de millones de euros en fondos públicos. Pero hete aquí que los jueces han decidido tan indecisamente que no se sabe bien qué han decidido, salvo que no se decida todo y que, lo que haya que decidir, lo decida otro. Vamos, que Castro puede –casi debe- sentarla en el banquillo o no sentarla, a voluntad. Porque los jueces la eximen del delito de blanqueo de capitales –que era lo gordo y evidentísimo- pero la imputan por delito fiscal –que era lo flaco y más turbio-, así que la consideran culpable y lista pero inocente y tonta de los mismos hechos, según se trate de un delito o de otro. Vamos, que, en mi lega opinión, los salomones de Palma han querido quedar bien con todo el mundo y han quedado como Gómez Bermúdez en la sentencia del 11M o como Cagancho en Almagro, donde cuenta la leyenda que estuvo tan mal que la afición acabó pegándole fuego a la plaza.

Al parecer, lo que diferencia el blanqueo de capitales del delito fiscal por el trinque millonario de nuestros dineros es el "ánimo tendencial" del presunto delincuente a gastar dinero negro sabiendo de su origen ilícito. ¿Y cómo no iba a saber Cristina de dónde venía el dinero si se lo daban a ella, que era la mitad de Aizoon, donde vaciaba en gastos suntuarios, del famoso palacete de Pedralbes a los viajes a las pistas de esquí de Aspen, Colorado? Y si sabía que Nóos no existía más que para gastar a través de Aizoon varios millones de euros, ¿supo cometer delito fiscal y no blanqueó nada? ¿No tendía su ánimo a gastar el dinero que ella contribuía a obtener del saqueo de las arcas públicas? ¿Creía que los millones que trincaban y ocultaban al Fisco tenían procedencia desconocida? Imposible. Y si fuera posible, sería igualmente delictivo.

Yo creo entender a los tres salomones de Palma: no han absuelto o desimputado a la infanta, pero le han quitado el delito principal; no la han mandado al banquillo por blanqueo, que era lo que tenían que hacer -o no hacer-, pero han dejado que Castro la abanquille por delito fiscal; en fin, le han puesto una vela a dios y otra al diablo, o le han rezado a Alá y han dicho "oooommmmm" en homenaje a Buda. Pero no hay sentencias zen, ni jueces salomones. De hecho, el genio de Salomón consistió en ahorrarse la sentencia de partir el niño y dar medio crío a cada madre porque adivinó que la verdadera madre renunciaría y le daría la sentencia hecha. Los salomones palmesanos han partido el caso por la mitad y le han dado la peor parte al juez Castro, cuando son ellos los que deberían haber asumido su responsabilidad, que era la de sentar o no en el banquillo a la Infanta.

Y, en el fondo, al rey Felipe VI le han hecho la peor de todas las faenas posibles. Es verdad que se han saltado el "cortafuegos" pactado por Juan Carlos I, Rajoy, Gallardón, Spottorno y Torres Dulce (de los que, por cierto, ya sólo quedan dos en el cargo) y que todo lo que sea romper el blindaje de la corrupción juancarlista es bueno para el proclamado afán ejemplificador del heredero. Pero eso hubiera resultado creíble si a Cristina la hubieran mandado al banquillo los tres jueces de la Audiencia y por los dos tipos delictivos: blanqueo y delito fiscal. Ahora, en la opinión pública quedará la impresión de que han querido condenarla un poco y salvarla un poco más. O sea, justo lo que menos le conviene a la Corona.

Para colmo, hay un hecho en el que no sé si se han parado a pensar los jueces mallorquines: esta semana entrará en la cárcel Isabel Pantoja por el delito de blanqueo de capitales de su marido, Julián Muñoz. ¿Creen sus salomónicas señorías que la gente pensará que, de haberse llamado Borbón, la hubieran tratado del mismo modo? ¿Y a quién creen que le atribuirán un trato de favor tan evidente, tan escandaloso, tan prevarigalupador? Pues, naturalmente, al Rey. Al que hay, que no es el que había, pero es el que está. Lo que nadie imaginará es que ha triunfado la independencia judicial.

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