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Federico Jiménez Losantos

Una cuenta pendiente de Interior

Cada vez que aparece el GRAPO se dice que "reaparece". Cada vez que mata, secuestra, pone una bomba o atraca un furgón blindado, los veteranos que van quedando en los medios de comunicación recuerdan que hubo un tiempo, primeros años de la Transición, en el que estuvo inflitrado por Interior. También se recuerda que en la diabólica espiral golpismo-terrorismo que desembocó en el 23-F se especuló con la idea de que una pieza de la desestabilización podía ser el GRAPO, manipulado desde oscuras tramas policiales. Como siempre, la especulación sobre brumosas estrategias conspiratorias es más cómoda que el enfrentamiento con la dura y cruel realidad de un grupúsculo marxista-leninista que sobrevive dentro de su propio entorno carcelario y familiar, ya en la segunda generación, y que sigue cometiendo crímenes, veinte años después de su primera desarticulación, en nombre de la "dictadura del proletariado".

Para la izquierda española es además muy incómodo asumir que el GRAPO no hace sino ser literal y ciegamente fiel a la doctrina revolucionaria leninista, en la que el terrorismo es ingrediente absolutamente esencial. Cuando Lenin tomó el título de la novela de Chernichewski "¿Qué hacer?" -apología sentimental del terrorismo en la tradición nihilista- para su ensayo sobre la estrategia revolucionaria en Rusia, dejó bien claro que la moral comunista pasaba, siempre que fuera conveniente, antes, durante y después de la toma del Poder, por el asesinato individual o de masas. Lo demostró en la práctica con el golpe de estado bolchevique y durante la terrorífica represión de masas en la guerra civil. Castro, Tirofijo, Abimael Guzmán y demás cuadrilla son, en eso, rigurosamente fieles a la letra y al espíritu de Lenin. Pero después del "eurocomunismo" los partidos comunistas y la izquierda en general no quieren saber nada de esas criaturas del Mayo del 68 que son los partiditos "m-l", marxistas leninistas, como la OMLE, de donde proviene el Partido Comunista de España (reconstituido) -PCE (R)- que es la matriz de los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO). Por eso, inmediatamente después del atentado contra "El Mundo", Rafael Ribó volvió a hablar de los "oscuros orígenes" de esta banda terrorista que "Interior debería esclarecer de una vez". Por desgracia para Ribó, lo más claro del GRAPO es la fidelidad a sus orígenes comunistas.

Pero después de más de ochenta asesinatos en su haber y de las muchas pruebas de buena vecindad, complicidad y relación entre los presos del GRAPO y de ETA, es cierto que Interior tiene también una cuenta pendiente con la sociedad española, no para explicar los orígenes, sino la tan renqueante cuanto resistente supervivencia de los GRAPO. Estuvo muy desafortunado Mayor Oreja el viernes cuando pidió que no se les hiciera propaganda a estos teroristas tras volar la redacción de "El Mundo" en Barcelona. Suponemos que no pedirá a sus compañeros del PP en Hortaleza que disimulen la voladura de su sede en la mañana del sábado, atribuyéndola a un escape de gas. Es evidente que todos los ministros de Interior de los sucesivos gobiernos españoles han llevado una estrategia vacilante entre la negociación a escondidas y el seguimiento a ratos de una banda terrorista que ha sido mucho más coherente que la policía en su funcionamiento criminal. En el secuestro y desparición de Publio Cordón, el comportamiento oficial de Interior con la familia ha rozado lo censurable. ¿Sería mucho pedir que hiciera acto de presencia en lo que respecta a los GRAPO la acreditada y famosa "eficacia policial"? Que el GRAPO sea hoy, o no, una "segunda marca" de ETA importa menos que lo esencial: meter a los criminales en la cárcel, vigilarlos cuando salen y evitar que cometan atentados. Malo es tener que recordar lo que debería ser evidente.

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