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Federico Jiménez Losantos

Una oposición que ejerce y un juez que ya veremos

No hay más oposición que la del PP, y sin oposición no hay democracia. La responsabilidad de Rajoy es morrocotuda.

Tanto Zaplana, especialmente en la segunda parte del interrogatorio a Zapatero, como Acebes, en “La Linterna” del lunes y en la rueda de Prensa del martes, han actuado como demandan sus votantes y, por supuesto, sus militantes. Quizás se ha echado en falta un respaldo más expreso a Zaplana e, indirectamente, a Aznar, por parte de Rajoy, cuyas palabras fueron utilizadas por el Presidente del Gobierno para injuriar a todo el PP. Pero, en conjunto, la derecha parece haberse dado cuenta de que el único programa de Gobierno de la izquierda es destruirla. Vamos a ver muy pronto si realmente sabe defenderse. Costumbre no tiene, pero a todo se aprende si hay voluntad. ¿La hay? Diríase que sí, pero habrá que probarlo. No hay más oposición que la del PP, y sin oposición no hay democracia. La responsabilidad de Rajoy es morrocotuda.
 
Y vamos a ver también si el juez del Olmo no le da la razón a Zapatero, que en una de sus extemporaneidades más atroces se permitió adelantar en la Comisión nada menos que la sentencia del 11M y la negativa del PP a aceptarla, cuando ni siquiera se ha terminado la instrucción del caso. No sabemos si la confianza del Gobierno se basa en el errático y a veces incomprensible proceder del juez (sigue en libertad Carmen Toro, por ejemplo) o si puede provocar el efecto contrario. De momento, resulta penosamente significativo que tras la deposición zapateril y decidido el carpetazo a la Comisión del 11M, el juez levante, siquiera parcialmente, el secreto del sumario. Qué casualidad.
 
En plena ofensiva del Gobierno contra el Poder Judicial, de nuevo es la Justicia la que, sobre su propia tarea, debe asumir la de sancionar o absolver políticamente a los que mandan. La última vez que se vió en ese trance, Bacigalupo elaboró la famosa doctrina de la “estigmatización” de Felipe González, precedente de la no menos célebre de la prevaricación por adivinación, aplicada de forma infame al juez Liaño por orden de Polanco y con el aplauso del PSOE, una auténtica apoteosis de la miseria y la politización judiciales. El juez del Olmo no sólo tiene ante sí el caso más difícil que se ha planteado en muchos años sino una responsabilidad ciudadana tremenda. Suele pasar cuando los jueces se politizan en exceso: acaban oficiando de políticos. Generalmente, muy mal.
 

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