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Fernando Martín

Marcus Jordan, en el nombre del padre

La ACB considera las zapatillas como parte del uniforme de juego y limita su diseño, ya que tienen que ser del color básico que elija cada club. Esta situación afecta negativamente a las marcas deportivas y a los mejores jugadores de la liga.

El segundo hijo del mejor jugador de baloncesto de la historia, Marcus Jordan, se ha negado a jugar en el equipo de su universidad calzando zapatillas de una marca distinta a la de su padre, lo cual ha causado la cancelación del contrato de patrocinio entre Adidas y la Universidad Central de Florida. Marcus estaba dispuesto a jugar con cualquier prenda de Adidas pero avisó que por motivos familiares no podía calzar zapatillas que no llevaran el jumpman, el logo con la silueta de su padre. Aunque la situación era conocida y aceptada por todas las partes, finalmente Adidas canceló el acuerdo en el último año del contrato con UCF después de que Marcus jugara un partido de exhibición con zapatillas Jordan Brand.

Este caso de guerra de zapatillas entre un jugador y su universidad en el deporte norteamericano es excepcional porque la NCAA es una competición amateur en la que los jugadores reciben becas para su educación, pero tienen prohibido recibir cualquier otro pago o tener patrocinadores propios a pesar de que las universidades y la propia NCAA ingresan enormes cantidades en derechos de televisión, merchandising y abonos. Esta circunstancia es la principal causa de que muchos de los jugadores pasen al profesionalismo antes de completar su formación tanto académica como deportiva.

En el caso de que Marcus Jordan pasara al profesionalismo en España se encontraría con una limitación para poder calzar las zapatillas de su mítico padre. La normativa actual de la ACB considera las zapatillas como parte del uniforme de juego y, aunque no hay limitación en cuanto a la marca, sí que la hay respecto a su diseño, ya que tienen que ser del color básico que elija cada club. Esta situación afecta negativamente a las marcas deportivas y a los mejores jugadores de la liga, que son los que tienen contratos de patrocinio con estas y los que sufren las multas cuando el modelo que calzan no tiene el mismo color que el del club. Esta limitación arbitraria, por un criterio puramente estético, perjudica el principal negocio de consumo que hay alrededor del baloncesto, ya que los aficionados encuentran en los escaparates de las tiendas de deporte modelos de zapatillas diferentes a los que llevan sus ídolos en los partidos de liga.

La situación de nuestra liga de baloncesto contrasta con la de fútbol en la que es habitual que cada jugador calce zapatillas de un color diferente. Curiosamente se da la circunstancia de que en el Barça y el Real Madrid algunos de los mejores jugadores de ambos equipos llevan el modelo más llamativo de la marca que patrocina al eterno rival.

Existen además varias dificultades técnicas para que los jugadores puedan cumplir con la normativa de la ACB: la estrategia de los fabricantes de calzado deportivo se decide con unos seis meses de anticipación a la salida al mercado de las zapatillas, la variedad de modelos en Europa es muy inferior a la que hay en Norteamérica y cada modelo apenas cuenta con una o dos variedades de color por lo que no es tan sencillo que haya coincidencia entre el color básico elegido por un club y el que cada fabricante elige para el jugador que prescribe su marca. Si además el jugador cambia de club cuando la colección de su marca ya está diseñada, la dificultad de cumplimento de la normativa es aún mayor.

Para un jugador de baloncesto sus zapatillas de juego no son sólo el principal soporte de un patrocinio personal, sino sobre todo una herramienta de trabajo, por lo que en muchos casos la elección de una marca o un modelo se hace por motivos puramente prácticos en función de la adaptación de cada zapatilla a sus necesidades específicas, ya sea por su tipo de juego, por la posibilidad de incorporar plantillas ortopédicas que prevengan lesiones, o simplemente porque son de las pocas que llegan hasta tallas como la 58. En estos casos, para un jugador la limitación estética es un factor menor a considerar, pero eso implica que si no tiene la suerte de que haya disponibilidad de modelos con el mismo color básico que el elegido por su club se encontrará con la correspondiente multa por parte de la liga.

Se da además la circunstancia de que los mejores jugadores, aquellos que además de disputar la ACB juegan con sus clubs en competiciones europeas y con su selección en las competiciones internacionales, tan sólo sufren la limitación de diseño en la competición doméstica por lo que las multas se hacen especialmente incomprensibles y antipáticas aunque finalmente las acabe pagando su marca patrocinadora.

Espero que si en un futuro Marcus juega en nuestra liga pueda llevar sin problemas susJordan’sfavoritas.

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