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Fernando Martín

Sobre la demagogia de las audiencias

Es absurdo comparar las audiencias de la ACB con las de la selección nacional de baloncesto, que actualmente es el mejor producto posible dentro de su categoría, pero que ni siquiera en una situación óptima es capaz de alcanzar los niveles de la F1.

El pasado domingo José Luis Sáez comentaba en una entrevista en el diario El País su preocupación por la audiencia que tuvo el partido entre el Caja Laboral y el Real Madrid del 19 de diciembre, según él del 1,7% de share, para justificar la necesidad de un cambio de modelo que cuide mejor el producto y que llegue mejor a los aficionados.

Si el presidente de la FEB quiere seducir a los clubs profesionales va a tener que utilizar argumentos mucho mejores, ya que recurrir a un mal dato de audiencia aislado está muy manido y es tremendamente demagógico, cosa que él sabe o, como mínimo, debería saber.

El partido antes mencionado tuvo una audiencia media de unos 280.000 espectadores con una cuota o share del 1,9 %, pero esa cifra aislada no es significativa, ya que el partido competía en la misma franja horaria con la final del mundial de clubs de fútbol, un acontecimiento histórico en el que el Barça se proclamó campeón de todo y ponía el broche final a su año perfecto.

En este caso concreto, la crítica que se podría hacer a la ACB no es por el dato en sí, sino por la falta de reflejos al no haber previsto la coincidencia o por no haber conseguido el cambio de franja de emisión, ya que está más que demostrado que prácticamente ningún programa televisivo puede competir con un partido de fútbol importante y menos aún si se trata de una final con mucho morbo que es tremendamente promocionada por la cadena.

Sería igualmente demagógico si la ACB utilizara como argumento para justificar su modelo el buen dato de audiencia entre el Real Madrid y Regal FC Barcelona de la siguiente jornada, una audiencia media de unos 1.650.000 espectadores, con una cuota de pantalla del 9,6%, y eso a pesar de que la competitividad del partido duró poco más de veinte minutos. Este dato entre los dos equipos con mayor potencial de audiencia se obtuvo en un entorno de mucha menor competencia deportiva, ya que la ACB programó con buen criterio el partido entre los dos equipos de baloncesto pertenecientes a clubs de fútbol en el momento en que sus compañeros de club estaban de vacaciones por el parón navideño. Este paréntesis del fútbol y de las competiciones europeas de baloncesto se aprovecha al máximo y se comprime el calendario para poder encajar todas las jornadas posibles, ya que las fiestas navideñas ayudan a llenar los pabellones, especialmente con familias enteras.

La realidad de las audiencias del partido de la jornada de la ACB está en un punto intermedio entre los ejemplos anteriores y podrían ser algo más altas con una mayor promoción por parte de TVE y con un día y franja horaria que encajara mejor dentro de la programación televisiva del fin de semana, teniendo en cuenta los momentos de menor competencia del omnipresente fútbol o de otros eventos deportivos relevantes, pero considerando también que el horario no afecte demasiado la asistencia al pabellón. De cualquier forma, excepto en momentos puntuales como en la Copa del Rey o en partidos decisivos de Playoff, las audiencias no pueden ser mucho mayores y, desde luego, no pueden ser como las de los partidos importantes de la selección nacional. Esto es así independientemente del sistema de competición o de quien gobierne el baloncesto porque el comportamiento del público responde a otros factores.

En España, aparte del fútbol, sólo consiguen audiencias millonarias los acontecimientos deportivos en los que hay un factor patriótico, ya sea porque compiten las selecciones nacionales o porque lo hace uno de los españoles que triunfan por el mundo. Las ligas nacionales compiten con los éxitos de Rafa Nadal, Fernando Alonso, Jorge Lorenzo, etc. y la coincidencia en día y franja con cualquier evento protagonizado por uno de nuestros campeones de otros deportes es siempre perjudicial para las audiencias propias.

En este contexto, es absurdo comparar las audiencias de la ACB con las de la selección nacional de baloncesto, que actualmente es el mejor producto posible dentro de su categoría, pero que ni siquiera en una situación óptima, sin competencia de fútbol y llegando a disputar las finales de los campeonatos, es capaz de alcanzar los niveles de los mejores partidos de fútbol o los grandes premios de Fórmula 1.

Otra forma demagógica de comparar audiencias es cuando se habla con nostalgia de las cifras que la ACB obtenía en el llamado "boom de los ochenta". El panorama mediático de entonces y el de ahora no tienen absolutamente nada que ver, ya que en aquella época había tan sólo dos cadenas públicas con cobertura nacional y actualmente la oferta televisiva no para de crecer entre televisiones privadas y públicas de ámbito local, autonómico o nacional. El apagón analógico en todo el territorio va a hacer que todos los espectadores españoles tengan al alcance de su mando a distancia una multitud de canales y eso va a provocar necesariamente una mayor fragmentación de audiencias.

En estas circunstancias, en las que las grandes cadenas van perdiendo share mes a mes, y en las que la cadena que emite la liga tiene una cuota inferior al 4%, pretender que haya millones de españoles pendientes de cada partido de la ACB es como pretender que media España esté pendiente de si unos concursantes ganan un apartamento en Torrevieja o se tienen que conformar con la calabaza Ruperta.

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