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Fernando R. Genovés

Niños-bomba con mochila

Palestinito que vienes al mundo, te guarde Alá, uno de dos destinos ha de ofrecerte Al Fatah

En los territorios palestinos de Gaza algunos niños no vienen al mundo con un pan debajo del brazo sino con un paquete bomba dentro de la mochila que les preparan primorosamente sus mayores para cuando sea necesario su reclutamiento y sacrificio. Llegado ese momento, son utilizados a menudo como escudos humanos o como simple coreografía saltimbanqui y manifestante en horario escolar. Tampoco es inusual verlos marchar por las calles polvorientas emulando las funciones de la fiel infantería, de los mártires de la Intifada, actuando de avanzadilla arrojada y entusiasta, armada con piedras y lanzada contra las tropas israelíes, para así, ¡oh! ironía, emular la gesta de David enfrentado al feroz Goliat, o a Ariel Sharon.
 
Aunque no lo cuenten los reporteros y enviados especiales en la región, sabemos que muchos niños palestinos son usados, en efecto, como carne de cañón en la "lucha callejera" palestina, como mulos de carga explosiva conducidos al matadero con la distinguida misión de masacrar infieles. Su ofrenda de carne tierna sirve así de munición propagandística antisemita que pinta de negro las portadas de los diarios de medio mundo, desde The New York Times hasta El Mundo, y nutre los telediarios desde Al Yazira hasta Tele 5. Palestinito que vienes al mundo, te guarde Alá, uno de dos destinos ha de ofrecerte Al Fatah: o te mueres de asco en los dominios tutelados por Arafat, para así justificar y alargar el sufrimiento palestino o te enviamos al otro mundo, más allá de la valla, a darle un recado al vecino.
 
Lo refiere este mes Gustavo D. Perednik desde Jerusalén en la revista digital El Catoblepas. En los territorios de Gaza hay campos de entrenamiento (subvencionados por la Unión Europea) en los que niños y jóvenes son adoctrinados concienzudamente por las organizaciones terroristas con el fin de matar judíos. Las viudas y mujeres repudiadas por sus familias no son en esta ocasión excluidas. Sus cuerpos valen tanto como los de los varones para convertirse en metralla y polvo. Mas cuando la necesidad apremia se utiliza a infantes sin su consentimiento y sin avisar a modo de combustible mortífero. He aquí una parte del relato de hechos: "El 15 de ese mes [marzo de 2004], soldados israelíes detuvieron a Abdala [Corán] en un puesto de control, un jovenzuelo de una familia indigente, que declaró tener diez años de edad (después se supo que en realidad tenía doce) y al que se le descubrió en la mochila una carga explosiva de diez kilos. La bomba iba a ser detonada por un teléfono celular en cuanto Abdala se aproximara a un grupo de israelíes. Ello nunca ocurrió, gracias a que en su inconsciencia el mancebo no ocultó el paquete, que creía un encargo que debía ser entregado a una señora. Oriundo del campamento de refugiados Balata, trabajaba como ayudante en el puesto de control de Huwara, en donde cargaba las pertenencias de los palestinos".
 
Una versión de este infame procedimiento terrorista la recreaba Joseph Conrad en su novelaEl agente secreto, llevada al cine en 1936 por Alfred Hithcock con el título deSabotaje. Hoy todavía nos sobrecoge la secuencia de la explosión del autobús. El mismo cineasta inglés, en conversación con François Truffaut, confesó sentirse arrepentido por haber cometido un grave error: "es muy delicado, hacer morir a un niño en una película; se roza el abuso de poder del cine." Pero, la vesania terrorista tiene su propio código e imita al arte con sus singulares inmolaciones y degüellos, de los que además se sienten muy orgullosos. Tampoco el corresponsal del periódicoABCen la zona ha dado cuenta de esta historia. Sí, en cambio, remeda con mucho gusto el estilo del poeta en sus incansables crónicas sobre el "muro ilegal" israelí y relata con sarcasmo la última matanza de israelíes en Taba y el posterior "Éxodo judío, tres milenios después" de los supervivientes.

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