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Fernando Saiz

La sangre de un director ejecutivo

Kenyon se va del Manchester United al Chelsea, rezaban la pasada semana los titulares de la información deportiva. ¿Kenyon? ¿Éste no es extremo izquierdo? No. Peter Kenyon no hace internadas relampagueantes por la banda como Giggs, ni golea como Van Nistelroy ni tampoco empuja como Keane; hace cosas mucho más importantes. Peter Kenyon era hasta ahora el director ejecutivo del Manchester United, el gurú del márketing que consiguió convertir el club inglés en el más rico y popular del mundo, el hombre que le sacó 30 millones de libras a Vodafone por poner el nombre en la camiseta durante cuatro años, el mismo tipo listo que firmó un contrato con Nike que le garantiza 303 millones de libras en 13 años, ése que dijo en su día que la sangre del Manchester –cuya equipación es, apropiadamente, de color rojo– corría por su venas desde pequeñito.

Ese Kenyon, en efecto, acaba de fichar por el Chelsea de Londres, el club recientemente adquirido por el magnate ruso Roman Abramovitch. Yo lo conocí durante una rueda de prensa en 1998, cuando era el segundo de a bordo del club, y ya entonces su reputación de directivo inteligente estaba bien acreditada entre los periodistas ingleses. Después, su aureola como uno de los mejores gestores deportivos del mundo no hizo más que crecer, al compás de los éxitos deportivos y sobre todo económicos del Manchester United.

¿Qué ha ocurrido para que Kenyon, en la cúspide de su fama y con muchos mercados todavía por conquistar, haya decidido marcharse del club de sus amores para echarse en brazos de un arribista como Abramovitch? Con toda probabilidad, el salario habrá influido. Se dice que el Chelsea le ha ofrecido el doble de lo que cobraba. Pero el traspaso, que puede alterar el orden establecido en el fútbol británico y llegar a amenazar a corto plazo la hegemonía del Manchester, debe tener explicaciones menos obvias y terrenales. La prensa británica ha esbozado algunas, relacionadas con las fricciones entre diferentes bloques de accionistas del club, pero quizás lo único que ocurre es que a Kenyon le gustan los desafíos. El Chelsea, con mucho dinero en la faltriquera, es desde luego una buena oportunidad para intentar destronar al club que él contribuyó a hacer grande. ¿Y qué mejor manera de hacer sombra al Manchester que intentar recuperar para el fútbol inglés a David Beckham, el capitán de su selección? Yo que Florentino Pérez, cuidaría bien el establo. Si el Chelsea ya le arrebató a Makelele, con Kenyon al mando cualquier cosa es posible.


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