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CRÓNICA NEGRA

El Violador del Ensanche aprende a ser educado

En la Generalitat de Cataluña intentaron reinsertar al Primer Violador del Ensanche; sin ningún resultado. Lo apartaron de los medios de comunicación, lo sacaron por la puerta de atrás, lo llevaron a la República Dominicana, y cuando lo tenían mareado y dispuesto a decir que sí, le dio un paralís y se fue a criar malvas.

En la Generalitat de Cataluña intentaron reinsertar al Primer Violador del Ensanche; sin ningún resultado. Lo apartaron de los medios de comunicación, lo sacaron por la puerta de atrás, lo llevaron a la República Dominicana, y cuando lo tenían mareado y dispuesto a decir que sí, le dio un paralís y se fue a criar malvas.
Con el segundo Violador del Ensanche, a fuerza de insistir, han conseguido que se avergüence de su "asqueroso pasado", según él mismo afirma; pero, con permiso de Su Señoría, declara que se siente en la obligación de quejarse: y es que se tiene por "víctima del acoso policial".

Este lenguaje tan fino y revirado es el propio de quien se propone que una capa de cemento cubra sus peores intenciones. Resulta que Alejandro Martínez Singul ya no tiene nada que ver con ese jovenzuelo de gafas y aire desamparado que ponen en los periódicos, sino que es un tío mayor con mucho años de cárcel, que ha envejecido hacia dentro, hacia lo hondo, como si fuera pudriéndose por la parte interna, colgado de una hoja de calendario. Fue condenado en 1992 por cinco delitos de agresión sexual.

En el año de gracia de 2007, aunque no estaba rehabilitado, lo dejaron en la calle. Desde entonces, ha repetido conductas agresivas; con el añadido de la proximidad física de los Mossos. De hecho, cuando le imputaron el último de sus delitos: agresión a una niña, estaba en libertad condicional, a la espera de que se le hiciesen firmes dos sentencias por violación.

Desde el batacazo con la reinserción de Francisco López Maíllo, el primer Violador del Ensanche, las autoridades catalanas han aprendido que algunos violadores no curan sus impulsos, y de ahí podrían venir las quejas de Singul. Una cosa es dejarle libre y otra, dejarle hacer lo que quiera. En la calle, pero dentro de la tela de araña.

Va el pobrecito violador, que se encuentra agobiado nada menos que por dos supuestos delitos de agresión, y se toma como acoso que la pasma no le pierda ojo. Para un especialista sexual, debe estar bastante claro: Singul no puede evitar provocar sexualmente a las niñas, por lo que lo mejor es tenerlo en cuenta, no perderlo nunca de vista, y, si no fuera porque está prohibido por una ley nada sabia, seguirle a todas partes.

La fiscalía del caso por el que se le ha juzgado recientemente en Barcelona afirma que Martínez Singul siguió a la niña objeto de su presunta agresión sexual hasta la puerta de su casa. Cuando entraron en el ascensor, le dijo a la niña que tenía una pistola, la quiso robar y la intentó violar. Como pasa algunas veces, unos ruidos extraños e inesperados le metieron el miedo en el cuerpo a este Singul presunto de las violaciones, que no tiene media bofetada de perfil y que hace de ogro con los niños; hasta el punto de que salió a escape enredándose en sus propios pies. El fiscal, por este presunto delito, le pide siete años y ocho meses.

Singul lo tiene mal, porque la menor le ha reconocido. Singul, con cara de tener problemas de próstata, se atrevió a pedir a Su Señoría que reparara en que él, "ese mismo día, el mismito, se lo digo por favor, estaba solo en casa mirando la tele". Si observan, verán que está el joven reclamando confianza ciega del togado, pese a que los procedimientos por asuntos sexuales se le amontonan.

Por tanto, niega todas las acusaciones, no se reconoce un monstruo ni se siente capaz de haber violado a una niña de trece años. La menor, implacable, declaró detrás de un biombo, corroborando la versión del fiscal, y recordó que le distinguió a la primera, entre 40 fotos que le mostraron los Mossos. En el momento de lo sucedido, Martínez Singul estaba en libertad condicional, y se sentía seguido, y no es que estuviera paranoico, porque le seguían de verdad, hasta el punto de que los policías le pisaban los talones; y tal vez también le persigan desde la Fiscalía, por lo que ha dado en creer que está siendo vigilado de forma ilegal.

Ahora Alejandro se controla, habla más fluido. Quiere dar un sinfín de explicaciones. Procura mantener las distancias, que corra el aire. Era un tipo desmadejado, sin voluntad, que se movía de un lado para otro en manos del viento. Pero entre la gente siempre había una niña o una joven, tal vez una mujer. Y él estaba allí, pero pasando, porque no quiere volver a la sombra, ¿sabe usted, Señoría?
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