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PANORÁMICAS

¿Es el psicoanálisis un fraude intelectual?

Si algo caracteriza a Europa es su potencial cultural. Ninguna otra región del planeta cuenta con el background ideológico, artístico y científico de ese pequeño pedazo geográfico entre el Mediterráneo y el Ártico, entre el Atlántico y los Urales.


	Si algo caracteriza a Europa es su potencial cultural. Ninguna otra región del planeta cuenta con el background ideológico, artístico y científico de ese pequeño pedazo geográfico entre el Mediterráneo y el Ártico, entre el Atlántico y los Urales.

Al ser tan minúsculo es más que probable que los grandes europeos terminasen por verse las caras. Así, Rousseau visitó a Hume, Hegel vió entrar a Napoleón en Jena, Lou Andreas Salomé se acostaba con las mentes más lúcidas de su generación, Einstein y Bohr dirimían su particular duelo cuántico en el hotel Solvay mientras que un nazi y una judía que respondían a los nombres de Heidegger y Arendt se encontraban en otros hoteles más discretos a resolver sus querencias amorososas y filosóficas.

El cine europeo ha sido poco dado a explotar dichos fogonazos culturales, y cuando lo ha hecho ha sido desde la marginalidad. Derek Jarman se atrevió a mostrarnos una clase magistral de Wittgenstein a Russell y Keynes. Rossellini, por su parte, llevó la Atenas de Pericles a un pueblecito de la sierra de Madrid para rodar la pasión y muerte de Sócrates (también se atrevió con Pascal y Descartes). Tony Palmer rodó una serie sobre la vida "más grande que la vida" de Richard Wagner (del Más allá del bien y del mal de Liliana Cavani hagan como que jamás la han oído nombrar). Y como rareza inclasificable tenemos el Desarrollo de la antigüedad ideológica. Marx-Eisenstein-Capital, con el que Alexander Kluge retomó el proyecto de Eisenstein de rodar El Capital (sic [transit gloria mundi]).

Los norteamericanos, siempre menos falsamente respetuosos, sí que rodaron al menos un biopic filosófico con voluntad de llegar al gran público: una hagiografía de Sigmund Freud, bajo la dirección de John Huston, con guión de Charles Kaufman y Wolfang Reinhardt e interpretación de Montgomery Clift. Lo que no es de extrañar, porque Estados Unidos fue uno de los países en los que con más éxito se extendió la plaga psicoanalítica.

Desde los prolegómenos, el biopic de Huston sobre Freud asumía los parámetros románticos e irracionalistas sobre el subconsciente que había puesto de moda con tanto éxito de público el médico (es un decir) vienés. Sin embargo, hoy vivimos en una época en la que el psicoanálisis ha quedado desterrado de las facultades de Psicología por el enfoque cognitivista y racionalista de la mente humana, dado que no pudo contrarrestar la devastadora crítica sobre su (no) método científico de Karl Popper –cuando el filósofo, también vienés y de procedencia judía, aunque en su caso de familia asimilada, mostró que no se ceñía a los criterios de demarcación científicos–. Posteriormente, a partir de las investigaciones de Frank Cioffi publicadas en 1973, se reveló que Freud era sinónimo de fraude, pues falsificó gran parte de sus investigaciones médicas, no sólo las referidas a las presuntas curaciones mediante el psicoanálisis, sino incluso sus anteriores publicaciones sobre el tratamiento de pacientes adictos a la morfina, a los que curaba con ¡cocaína!

Un método peligroso de David Cronenberg es una interesante puesta en cuestión del mito Freud. A través del ménage à trois sentimental, psicológico y de poder que estableció con el protestante y ario Carl Jung y la rusa y judía Sabine Spielrein, Cronenberg muestra con su habitual destreza irónica tanto la seducción de la atracción del psicoanálisis como la flacidez del método para resolver problemas psicológicos, así como su deriva hacia lo que el antisemita Pío Baroja describió como "palabrería judía".

Parafraseando a Vargas Llosa, el título de la película podría ser ¿En qué momento se jodió el psicoanálisis? Porque lo que en principio era una buena idea, la importancia de la mente subconsciente en el proceso de toma de decisiones, se contaminó desde su mismo origen del tsunami de irracionalismo y misticismo que con el romanticismo arrasó la cultura germana en particular y la europea en general. Además del efecto multiplicador del narcisismo primario y la "omnipotencia de los pensamientos", como él mismo bautizó a la hybris intelectual, en la que incurrieron los primeros psicoanalistas primeros, de Freud a Adler pasando por, claro, Jung.

La descripción de Cronenberg del origen y desarrollo del psicoanálisis como un efecto colateral de una neurosis colectiva en clave cultural es tan irónica como lúcida y feroz. Porque las represiones sexuales de Freud, las alucinaciones religiosas de Jung y los anhelos sadomasoquistas de Sabina Spielrein habrían dado lugar al psicoanálisis no como un tratamiento contra la enfermedad mental sino como un síntoma de la enfermedad mental misma: un cúmulo de paranoias, complejos y traumas que se resumen en lo que le de dice Freud a Jung cuando desde el barco contemplan Nueva York:

No saben que les traemos una plaga.

Salvo Almodóvar o Lynch, ningún director más dotado que el Cronenberg de Inseparables o Crash para descuartizar el psicoanálisis, su grandeza, para haber denunciado los prejuicios culturales que reprimen la expresión emocional y su miseria: el fraude intelectual asociado a una metodología peligrosa por torticera y sectaria, así como un talante proclive a la demagogia y la mentira. Y es que del mismo modo que el hitlerismo prendió en las mentes políticas más analfabetas, el freudismo encontró campo abonado en las mentes débiles proclives a creer en conspiraciones, secretos y manos negras escondidas que supuestamente controlan el mundo bajo cuerda.

En las primeras secuencias de Un método peligroso están resumidos cinematográficamente, a través de una puesta en escena cargada de detalles significativos, de silencios que gritan y de alusiones que no se subrayan, los temas que Cronenberg va a plasmar cinematográficamente a continuación: el judaísmo, el psicoanálisis, el sexo, la familia, la ambición, el deseo, el sadomasquismo como placer, el amor como tortura...

En este aspecto, tanto Jung como Sabina Spielrein, Otto Gross o el propio Freud son ejemplos paradigmáticos de cómo hacer de la necesidad, vicio. Y de la falta de ética profesional, un lucrativo negocio. Cronenberg no cae bajo el embrujo de las pseudoexplicaciones psicoanalíticas, sino que las psicoanaliza a su vez: la obsesión de Jung con no creer en las casualidades le obliga a creer en cualquier causalidad que se le ocurra, por muy disparatada que sea; o la pasión tanto de Spielrein como del propio Jung por La Valquiria de Wagner (que por casualidad yo acababa de ver en el Teatro de la Maestranza), el romanticismo hecho incesto. O las advertencias de Freud a Jung para que no derrapase en explicaciones delirantes (lo que debe interpretarse de manera sarcástica por parte de Cronenberg). Otro de esos múltiples detalles con los que Cronenberg se distancia de sus protagonistas: Otto Gross confiesa a Jung que

la obsesión de Freud por el sexo viene dada porque él no lo practica.

El director canadiense transmite a la perfección la seducción de las mixtificaciones psiconalíticas, la manera en que sus diagnósticos funcionan a la manera de las profecías autocumplidas. Así, Cronenberg analiza cinematográficamente el psicoanálisis al modo en que Wittgenstein lo hizo desde el filosófico:

Freud se refiere a varios mitos antiguos y pretende que sus investigaciones han explicado ahora cómo sucedió que alguien pensara o propusiera un mito de esa clase. Pero en realidad Freud ha hecho algo diferente. No ha dado una explicación científica del mito antiguo. Lo que ha hecho es proponer un nuevo mito.

La denuncia wittgensteniana y popperiana (por una vez, ambos de acuerdo) está registrada en la película cuando Jung hace ver a Freud que su hipótesis de que los pacientes atrapados en la fase anal de su desarrollo psicológico son tacaños y ordenados es falsa porque Sabina Spielrein es totalmente lo contrario a dicho perfil, a lo que Freud responde (señale el lector lo que crea más probable)

1) reconociendo su error, deseñando su hipótesis y buscando una nueva explicación más acorde con el nuevo dato;

2) fabricando una hipótesis ad hoc, cogida por los pelos para poder seguir manteniendo su hipótesis, aplicando la máxima de "No dejes que los hechos te estropeen una bonita teoría".

Decíamos que hay tres síntomas que ponen de manifiesto una mente débil: la creencia en conspiraciones, la creencia en que no hay coincidencias y la creencia en que los sueños significan algo. La versión de Cronenberg de las amistades peligrosas entre Freud y Jung –dos supersticiosos muy supersticiosos en su versión intelectualizada– muestra que el psicoanálisis no es que se jodiera en un momento determinado: es que nació ya jodido.

 

UN MÉTODO PELIGROSO. Dirección: David Cronenberg. Intérpretes: Viggo Mortensen, Michael Fassbender, Keira Knightley, Vincent Cassel. Género: Drama. Gran Bretaña, Alemania, Canadá y Suiza, 2011. Duración: 99 minutos.

Pinche aquí para acceder al blog de SANTIAGO NAVAJAS.

twitter.com/santiagonavajas

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