Menú
PANORÁMICAS

Haneke deconstruye Europa

En ocasiones sales del cine e inmediatamente vuelves a entrar para ver la misma película. Quizás porque te ha seducido tanto que quieres proseguir con el estado de encantamiento. Me ha pasado con La edad de la inocencia, de Scorsese, Tierra de penumbra, de Attenborough, Master & Commander, de Weir...

En ocasiones sales del cine e inmediatamente vuelves a entrar para ver la misma película. Quizás porque te ha seducido tanto que quieres proseguir con el estado de encantamiento. Me ha pasado con La edad de la inocencia, de Scorsese, Tierra de penumbra, de Attenborough, Master & Commander, de Weir...
A veces lo haces porque tienes la sensación de que se te ha escapado una clave fundamental para comprender su significado. Puede ser que hayas parpadeado en el momento más inoportuno, o que la película tenga pliegues que haya que deshacer pacientemente. Por ejemplo, con Mulholland Drive, de David Lynch, La ciénaga, de Lucrecia Martel, o Elogio del amor, de Jean Luc Godard.
 
Algo de esto último me ha ocurrido con Escondido, de Michael Haneke. La última película del director de las espléndidas Funny Games y La pianista ha sido muy bien recibida por la crítica en general, y ha conseguido premios como la Palma al Mejor Director en el Festival de Cannes y cinco estatuillas de la Academia de Cine Europeo, entre ellas a la Mejor Película, al Mejor Director y al Mejor Actor (con lo que se mejora de una tacada los resultados de años previos, un fiasco de una academia que pretende competir con los Óscar de Hollywood y "ayudar a construir la identidad europea").
 
Georges (Daniel Auteuil) y Anna (Juliette Binoche) forman una pareja de burgueses bohemios parisinos. Él trabaja como conductor de un programa televisivo literario, con el habitual decorado de libros falsos. Ella es editora. Viven en un lujoso y minimalista loft, al que invitan a sus amigos a cenar. Todo parece feliz, tranquilo, normal.
 
Pero hay pequeños detalles turbadores. Un ciclista negro casi atropella a Daniel, que se encara con él aunque finalmente se escabulle, ¿prudente o cobardemente? Su hijo le echa en cara a una sorprendida Anna que se ve demasiado con uno de los amigos de la pareja. Y, sobre todo, empiezan a recibir cintas de vídeo anónimas, en las que alguien ha grabado la fachada de su hogar. A partir de entonces comenzará una persecución para descubrir quien está detrás de las grabaciones, en esta película política disfrazada de thriller urbano.
 
Daniel Auteil.Rodada en vídeo de alta definición, Haneke juega con la dificultad de distinción entre la ficción y la realidad. Por ejemplo, sin previo aviso se rebobina la imagen, porque estábamos contemplando un vídeo cuando creíamos estar viendo la vida real de los protagonistas. Este típico truco de Haneke quiere hacernos dudar sobre la veracidad de lo que vemos. Si los protagonistas juegan al gato y al ratón, siendo el aparente ratón un temible gato, el director también juega con nuestra dificultad de espectadores amarrados a la butaca para distinguir la ficción dentro de la ficción. El modelo es Alfred Hitchcock y La ventana indiscreta, la más genial descripción de nuestra condición de observadores permanentemente observados. Y de cómo los perseguidores se pueden convertir en perseguidos.
 
En consecuencia, estamos constantemente alerta sobre la verdad de la historia y de las imágenes. Y una vez que el virus de la duda se instala en nuestra conciencia de espectadores comprendemos que la aparente vida de los protagonistas no es tan clara como parece; que tienen, como todo el mundo, como usted y yo mismo, algo que esconder: Georges se niega a llamar a la polícia con el pretexto de que no les harían caso; llegan nuevas cintas de vídeo, en las que se registran otros dos domicilios: una casona campestre y un barrio del extrarradio; la visita a la madre de Georges hará resurgir los fantasmas del pasado; finalmente, Georges reconoce que sabe quién ha enviado las cintas. Y el desvelamiento del secreto, de la mancha originaria, hace que comience la tragedia.
 
Tienen un problema las películas de Haneke, y es que están construidas como una metáfora demasiado explícita de los problemas sociales que le preocupan especialmente, y sobre los que trata de alertar: la violencia urbana, los conflictos que surgen del colonialismo y el correlato de la inmigración y la discriminación, los desarreglos psíquicos que ocasiona una sociedad represora. Al fin y al cabo es austriaco, y se aprecia en su cine la misma furia denunciadora y el minimalismo narrativo del enfant terrible de las letras de aquel país, Thomas Bernhard.
 
A diferencia de los belgas Dardenne con la intimista El niño, ganadora de la Palma de Oro y finalista de la Academia Europea (y, a mi juicio, una película incluso superior), a Haneke le interesa más la Historia que subyace a su historia. En este caso, las manifestaciones parisinas de octubre de 1961 que desembocaron en una masacre de inmigrantes argelinos. El hecho está demasiado lejano en el tiempo –y en latitudes como la nuestra es completamente ignorado– para que la denuncia del film sea efectiva. Pero Haneke tiene la habilidad de hacer que suene un eco de los actuales conflictos que se sienten en Europa.
 
Daniel Auteil y Juliette Binoche.También es suficientemente buen director como para hacer una narración oblicua, llena de pistas que no se resuelven en el seno del film. Por último, sabe confiar en unos actores soberbios para hacer traspasar la pantalla. Tanto Juliette Binoche como, sobre todo, Daniel Auteuil no encarnan a sus personajes, lo que chocaría con la austeridad formal de la puesta en escena de Haneke, sino que los muestran a través de un hieratismo mucho más revelador que la habitual interpretación histriónica. En la secuencia más impactante del film, brutal tanto por lo que acontece como por la sorpresa con que llega, Auteuil hace la estatua, realmente la única manera de soportar la terrible acción, mientra Haneke mantiene fija la cámara en un plano general, sin caer en la demagogia del sentimentalismo ni de la violencia espectacular.
 
La segunda vez que vi la película disfruté, si cabe, aún más. El suspense y la atmósfera angustiosa de la primera ocasión dieron paso a una mirada más serena sobre los detalles y las circunstancias que rodean la vida de Georges y Anna: la importancia de la pantalla televisiva en primer lugar. Las películas de Haneke son la puesta en imágenes de las tesis defendidas por Giovanni Sartori en Homo Videns: la sociedad teledirigida, ensayo en el que se denuncia la fagocitación del espíritu humano por el influjo alienante de la industria audiovisual. La televisión encendida y la televisión como último acompañante de la ancianidad, que impide la transmisión de la memoria de los padres a los hijos, con lo que consolida la ruptura de esa transmisión a las nuevas generaciones.
 
Haneke propone reflexionar sobre lo que ha acontecido históricamente pero ha sido sepultado, escondido, negado por la historia oficial. Podría calificársele de revisionista histórico, en el sentido de sacar a la luz lo que el consenso social e historiográfico había decidido dejar de lado. Su actitud entraña el peligro de abrir heridas cerradas. Pero es que, según Haneke, dichos cerramientos de la memoria han ocurrido en falso, y ocultan una pus que amenaza infectar a todo el cuerpo social.
 
La cuestión de si la estrategia de Haneke es la apropiada, está equivocado o, lo que sería peor, constituye un movimiento de regresión inspirado por el resentimiento queda en el aire. Es la distancia que hay entre deconstruir Europa, construirla o, directamente, hacerla estallar, minando las bases de la convivencia en el momento más inoportuno.
 
La pregunta del millón de euros cinematográficos: ¿qué significa el plano final? Haneke se ha negado explícitamente a interpretar sus propios films. Es su intención forzar la tarea interpretativa del espectador, tanto para incentivar a un público inteligente como para hacer surgir –recordemos que Viena es la cuna del psicoanálisis– la identidad escondida del espectador. Escondido es, por tanto, un gigantesco test de Rochard en el que cada uno ve lo quiere/puede ver. Por lo que me reservo el derecho a decir lo que para mí significa, a menos que estén presentes mi psiquiatra y mi abogado.
 
 
Escondido (Caché) [Austria, Francia, Alemania, Italia, 2005; 117 min]. Dirección y guión: Michael Haneke. Fotografía: Christian Berger. Intérpretes: Daniel Auteuil, Juliette Binoche, Maurice Bénichou, Annie Girardot, Lester Makedonsky, Bernard le Coq, Walid Afkir. Calificación: turbadora (8/10).
0
comentarios